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Después de la batalla

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por Ludovicus

La batalla ha sigo ganada, la  guerra sigue. Pero es de recibo entonar el Te Deum y dar gracias a Dios y a su Madre Santísima auxiliadora, dulzura y vida nuestra. También es tiempo de revisar las causas de la victoria y de la derrota respectiva, y pensar en corregir o reafirmar la estrategia. Empecemos por el Enemigo:
Los verdes perdieron por un cúmulo de errores. Engañados por el apoyo casi unánime de la intelligentzia mediática y farandulesca, subestimaron el arraigo del valor de la vida en la población. Subestimaron, una vez más, la influencia de la Iglesia, sobre todo en los niveles capilares de la sociedad. La intervención de los evangelistas, a último momento, nos recuerda la aparición de la caballería de Blüger en Waterloo: descolocó totalmente al enemigo y descomprimió el ataque a la vanguardia de los católicos.
Segundo error, forjaron un proyecto extremo, singularmente salvaje. Esto, que podría haber sido un arma de negociación en Diputados, se cristalizó en este proyecto que terminaba desplazando la penalización, desde los causantes del aborto al médico. Consagraba el aborto tardío, atacaba a las Instituciones, etcetera. Cuando advirtieron el error y trataron de negociar una variante verde clara, la singular maestría del mejor Presidente de la Nación de las últimas décadas yuguló tal posibilidad, al dejar sin dictamen el proyecto. El punto de culminación del ataque verde ocurrió con la sanción de la Cámara baja: a partir de ese momento, mandaba la negociación. Quisieron morder más de lo que podían masticar, y se olvidaron de la existencia de un Senado federal, con representación nominal y con una constituency fuertemente provida.
Tercero y a caballo del extremismo del proyecto, los desbordes de la marea verde a cargo de los exponentes más fanáticos en marchas, escraches y movilizaciones desprestigió la posición, que estaba ganada en los foros mediáticos a partir de los referentes periodísticos, culturales y artísticos que con la excepción de un puñado de héroes que sostuvieron la carga.
En cuanto a nuestros aciertos, sin dudas las concentraciones federales tuvieron importante gravitación. Nunca el Enemigo pudo jactarse de tener el control de la calle, y eso hasta el mismo día de la votación.

Pero más importante todavía que esto, es que tuvimos siempre la razón y las mejores razones, y no se tuvo reparo en exhibirlas donde fuera. El principal logro, como hemos señalado en un post anterior, fue superar ampliamente al Enemigo en las jornadas de debate en ambas cámaras. La prueba de la efectividad de tal actividad es que todos los diputados y sobre todo los senadores que se opusieron al proyecto citaron profusamente las exposiciones pro vida. Queda demostrado el error de quienes, por oponerse al "sistema" o en aras de una actitud simplemente testimonial, desalientan la participación en estos ámbitos. Se debe predicar a tiempo y destiempo, con ocasión y sin ella, en todos los aerópagos que garanticen al menos escucha, sin que esto implique convalidar el "sistema". Es cierto que no es para todos esta labor, pero nada autoriza a denigrar a quienes la emprenden.
Por otra parte, la comunicación es un elemento táctico esencial en esta guerra, e ingredientes menores, como la acertada elección del lema (tan anodino que nos parecía, pero que se reveló extremadamente potente) o  el color de los pañuelos tienen una gran relevancia positiva, así como la ausencia de errores gruesos. Con excepción de alguna expresión inoportuna e ingenua de un médico probo, imposible de controlar en listados de centenares de expositores y de la que ciertamente el Enemigo sacó buena tajada. En esta guerra no hay derecho a errores no forzados. Y gracias que Bergoglio no asomó en la lid, el que nos metió en este lío con su obstinación y partidismo no nos va a sacar del mismo lío.
El año que viene se reanudará esta misma batalla, pero en un año electoral parece muy difícil que los legisladores quieran y puedan perfilarse frente a una sociedad que por lo menos en su mitad rechaza el aborto. En particular, el oficialismo deberá tomar nota de que su electorado es mayoritariamente antiabortista y que ciertos nombres quemarán cualquier lista electoral. Bastará poner a Lipovetzky o Lospennato en cualquier ticket para restarle 200 o 300.000 votos. No se entiende el "negocio" de perder por derecha lo que no se puede ganar por izquierda.
Pero de nada servirá ganar el día si no se emprende la guerra cultural pendiente, con argumentos, testimonios y personas que puedan influir en el sentido común de nuestro pueblo. Se debe apoyar a los políticos, periodistas, intelectuales y comunicadores que apuntalen ese mismo sentido, conectándolo con la creciente corriente contracultural provida que despunta en USA y en Europa.
De lo contrario, nos seguirán corriendo por el flanco izquierdo.

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