Los obispos nos tienen acostumbrados, como el Papa Francisco, a sorpresas desopilantes. En este caso, la novedad viene de la diócesis de Santa Rosa, en Argentina, que abarca todo el territorio de la provincia de La Pampa y está gobernada por Mons. Raúl Martín que es una acabada manufactura del pontífice reinante: fue promovido por él al episcopado y se desempeñó como su auxiliar en la arquidiócesis de Buenos Aires.
Los fieles de una de las parroquias de la capital pampeana, Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa, desde el momento mismo de su fundación adoptaron la costumbre de comulgar de rodillas, una muestra de piedad y adoración ante el Santísimo Sacramento que pocos podrían objetar. Ninguno de los obispos anteriores puso reparos al respecto hasta que llegó Mons. Martín que se enfureció, montó en cólera y desató una cruzada contra los feligreses porque, con esa costumbre, rompían “la unidad del pueblo de Dios que peregrina en La Pampa”. No importa que esa unidad esté bastante resquebrajada por un clero entre el que se cuentan algunos sacerdotes con inclinaciones y conductas sobre las que el Papa Francisco nos enseña a no juzgar, y tampoco importa que hayan otros que produzcan de tanto en tanto algún que otro vástago. Son nonadas; debilidades humanas; lo inadmisible es que hayan algunos cristianos que pretendan comulgar de rodillas. ¡Habrase visto semejante desfachatez!
Es así que en el video podrán escuchar la filípica que Mons. Martín le dirige a los fieles de esa parroquia y en especial a los monaguillos por comulgar de rodillas. Su argumento -en realidad es uno solo- no tiene el menor sustento. Dice que el obispos es el liturgo de la diócesis y, por lo tanto, pueden disponer normas litúrgicas para el bien de su pueblo que deben ser obedecidas.
Razón tiene Mons. Martín cuando afirma su primacía en la vida litúrgica de la diócesis. Siempre fue así en la Iglesia y la Sacrosanctum Concilium dice expresamente que el obispos “es el sumo sacerdote de su grey” (41) y, como tal, su primer liturgo. Sin embargo, esto no significa que el obispos sea el dueño de la liturgia. Mons. Martín, por ejemplo, no podría disponer que en vez de pan ázimo se usará para la Sagrada Comunión pan de pizza, ni tampoco podría prohibirle a sus sacerdotes que usaran casulla o estola. Él, como primer liturgo, es depositario de la tradición litúrgica del rito romano y debe velar por su observancia, y la comunión de rodillas forma parte de esa tradición, nunca fue abrogada por ninguna disposición pontificia y el Misal Romano no se expresa sobre la postura corporal en la que debe ser recibida la Sagrada Eucaristía. Es decir, Mons. Martín no tiene ningún derecho, por más primer liturgo de su diócesis que sea, de prohibir a los fieles comulgar de rodillas. Si pensamos que a partir del motu proprio Summorum Pontificum del Papa Benedicto XVI, los obispos diocesanos no tienen el derecho de prohibirle a sus sacerdotes celebrar la Santa Misa según el rito extraordinario, mucho menos derecho tendrán a prohibir un acto de piedad. No sea que la próxima disposición del liturgo pampeano sea prohibir el rezo del Rosario o el ejercicio del Vía Crucis.
Pero veámoslo desde otra perspectiva. Apuesto mi cabeza a que Mons. Raúl Martín no tendría ningún inconveniente en dar la comunión a señoritas que se acerquen con soleras o minifaldas; o a señores en bermudas y ojotas. Si en algún acto de fraternidad ecuménica se acercara a comulgar un pastor protestante, seguramente Mons. Martín no le negaría la comunión, y no sé qué pasaría si hicieran lo propio los dos diputados pampeanos que con su voto posibilitaron que se dieran media sanción a la ley del aborto. Su celo pastoral y su amor de padre jamás impediría que en estos casos se negara la eucaristía a nadie. El problema está cuando alguien quiere comulgar de rodillas. ¡Ese es un extremo que de ningún modo puede ser tolerado! El primer liturgo se yergue y dispone normas que deben ser obedecidas so pena de reprimendas y avergonzamientos públicos, aún cuando los destinatarios sean niños o adolescentes. No comulgarán si pretenden hacerlo de rodillas ni siquiera los niños que acaban de recibir el sacramento de la confirmación. Nada de misericordia; eso queda para los gay, para los divorciados y para los corruptos. Los piadosos deberán experimentar el rigor de la autoridad episcopal.