Parece ser un tema repleto de matices, al punto que dependiendo del autor que se tome, siendo cualquiera de ellos de nuestro gusto, las cosas que se dicen no coinciden exactamente, pero se amontonan del mismo lado.
El primer problema que surge es el de relacionar a la Compañía con su santo fundador, pero el mismo L. Castellani SJ, entre otros, hablan de la rápida torcedura que vivió la congregación y su relación con los superiores.
El otro tema que a los hispanoamericanos nos chirria es el de la evangelización. No podemos hacer futurología, por lo que no sabemos si aquí seríamos católicos o qué, pero la fe católica en gran medida la trajeron y enseñaron en Hispanoamérica los jesuitas.
A esto, Disandro, lo ataca desde su Argentina Bolchevique(escribió también La Compañía de Jesús contra la Iglesia y el Estado), y a Castellani el librito le encantó. La tesis de Disandro radica en que el mal venía de España, en tanto que no se cree, o no pone el énfasis, en su grandeza por aquellos siglos; o al menos la mixtura con la decadencia del barroco. El jesuita nos traería el barroco y nosotros nacemos, pero mal de entrada.
El maestro platense, en un libro posterior –Tres poetas españoles-, se pone más benévolo con la Madre Patria, aunque no se desdice; haciendo hincapié en criticar lo criticable para mejorarlo –siempre hubo intención en Disandro de mejorar el estado actual de cosas haciendo entender sus posturas, erradas o no- y agradeciendo a España lo bueno que se nos transmitió –se le había armado terrible pelotera con La Argentina Bolchevique.
Por supuesto que esto debe tener infinidad de matizaciones más, entre otras:
Que no fue solo la Compañía de Jesús la que vino al Nuevo Mundo.
Que la Compañía no se entiende sin la Contrarreforma y que ésta sirvió para palear contra la herejía y salió como salió. Al menos yo no estoy seguro que mejor hubiese sido que no llegase nunca a existir Trento y sus mejores o peores aplicaciones. En esto también hay énfasis distintos en los diferentes estudiosos del tema. Castellani se limitaba a decir “la Iglesia no nació en Trento”.
Que ese ariete de la Contrarreforma que fue la Compañía de Jesús fue más activa que contemplativa –“burguesía de la Iglesia”, la llamó Gómez Dávila-, lo que le quitó excelencia. Aunque también es cierto que lo necesario en aquel entonces era mucha mano de obra evangelizante, y la mucha mano de obra, es mucha mano de obra...
Los críticos de la Compañía son en general espíritus más inclinados a la Patrística, lo que además de una preferencia teológica lícita, es una preferencia de modos. El modo de evangelizar desde la nada en la Iglesia Primitiva fue lo contrario al de la Compañía. Fue un proceso que partió del amor a Dios, de la contemplación, la práctica de las virtudes con la ayuda de la Gracia y llegó a la añadidura que poco a poco se daba sin pretensiones grandilocuentes.
El hombre a partir de la decadencia de la Edad Media ya es otra cosa y tiene otros nortes. Aun rociados de agua bendita, son otros hasta la Revolución Francesa y luego también otros.
El papa Ganganelli tuvo presiones de los Borbones para disolver a la Compañía de Jesús como finalmente lo hizo en 1773 –y luego lo recompensaron-, pero eso no quita que el breve Dominus ac Redemptor sea fruto de su sinceridad y un juicio acertado. Siempre lo creí, siendo que su espíritu no era lo que hoy podemos entender como burgués-triunfalista-activista. ¿No es ese el mismo espíritu de los movimientos primaverales?, ¿no hay allí entusiasmo, en el sentido peyorativo que le dio Knox y luego Molnar al término?
Clemente XIV –tan vilipendiado- fue un fino teólogo, con gustos hacia las artes, etc. No era un triunfalista; dos veces renunció al generalato de su orden. No tenía nada de Bergoglio.
También se le debe a los Jesuitas el voluntarismo en versión tomista, la Teología como trabalenguas más que como ciencia divina, la moralina; en fin, cierta decadencia general que puede ser causa del estado actual de la Iglesia, al menos para los que no la ven solo en el liberalismo-naturalismo-modernismo.
Fíjense que no debe haber un solo jesuita moderno que admiremos que haya sido bien jesuita.
Ese es muy resumido, al menos como yo lo entiendo, el cuadro de situación de las posturas más o menos anti jesuitas.
El Carlista
Ps. Me dicen que un sacerdote amigo de este blog anda diciendo que si Bergoglio eligió llamarse Francisco, fue por Suárez.
Escolio de Ludovicus:
Escolio de Ludovicus:
Es difícil explicar las cosas en las organizaciones, porque hay mucho y muy buena gente atrapada, santos incluso.
Es la estructura, estúpido: los principios, las normas y los valores implícitos en la trama social. Di Sandro lo resume: una Orden sin coro.
En este caso, la Compañía fue fundada sobre bases voluntaristas y nominalistas, mezcladas con la devotio. Con el mandato de ver una pared blanca cuando la veo negra.
También con mucho tomismo mal arraigado, privado de sus principios metafísicos, ecléctica, racionalista y con un desenfoque raigal de las interacciones entre la gracia y la naturaleza que se desgrana en antropocentrismo por un lado, en hipertrofia de la gracia sin naturaleza por el otro, de que da cuenta la dialéctica frase "Orar como si todo dependiera de Dios, obrar como si todo dependiera del hombre". Entre estos dos polos se desenvuelve el drama de la religiosidad desencarnada y la espiritualidad antropocéntrica, en un matrimonio mal avenido que ningún conciliador pudo reparar.
Y con una triple subversión: lo activo sobre lo contemplativo, lo moral sobre lo místico, la política religiosa sobre la religión.