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La Misa, el gran Don de Dios

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por Eck


Porque los dones y la vocación de Dios son irrevocables.

Rm. XI, 29


Для мого брата і друга B.,

 дякую!!!


A veces la providencia nos da una oportunidad de ver lo esencial, de contemplar el pequeño gran  milagro de las cosas sencillas pero que son las más importantes para el alma y de volver con inocencia el corazón a las maravillas de Dios. Hace ya un tiempo que vino un muy buen amigo a una misa tradicional. Era su primera vez. Todavía me emociona recordar la admiración y agradecimiento que vi reflejado en su rostro. Sencillamente veía el rito como lo que es, como lo que fue y como lo que debería ser, la de un puro don de Dios a sus hijos, un gran regalo de verdad, bien y belleza que nos hace el Padre a través de su Hijo con la asistencia del Espíritu Santo. El encontrar a mi amigo es uno de los más grandes regalos que me ha dado Dios en la vida.

Aquí estábamos, bien lejos de las querellas entre los partidarios del Novus y el Vetus, de los modernistas y tradicionalistas, de antifrancisquitas y profrancisquistas, de otras guerras internas soterradas o públicas que azotan al mundo. Muy lejos de los sesudos tratados y críticas de la reforma litúrgica o del Concilio que pueden ser importantes pero, reconozcámoslo, también sirven a muchos, a pesar de sus buenas intenciones, para tapar la falta de fe y caridad que tienen y para buscar no el Reino de Dios sino algunas de sus añadiduras. Aquí estábamos con Dios, rodeados de la multitud de testigos y con los santos ángeles en la Iglesia, nueva Jerusalén celeste bajada del Cielo, enjoyada con todas las virtudes y las gracias.

Cuando san Volodímir de Kyiiv se convirtió con su pueblo allá en el siglo undécimo, lo hizo con la mejor de las razones: “No sabíamos si estábamos en el cielo o en la tierra. Era tanta belleza, que no sabríamos como describirla”. ¿Qué es la liturgia sino un anticipo, una participación de la vida divina a todos prometida por la inmensa bondad del Salvador? ¿No es este el mayor don posible que el corazón del Altísimo nos da en esta tierra? ¿No es el cumplimiento cada vez más creciente de la gran promesa de Cristo al Buen Ladrón de que hoy mismo estaríamos con Él en el paraíso? ¿No es la que nos convierte en ciudadanos del cielo, habitantes de la Jerusalén celestial ya en este mundo?


La misa, don de Dios a Su Iglesia


І на торжища і в чертоги 

Живого істинного бога 

Ти слово правди понесла.

“Y a las plazas y a los palacios,

del Dios viviente y verdadero

tú has llevado la palabra de la verdad”

Taras Shevchenco, Неофіт (Neófito).


La grandeza de la revelación, del misterio y de la manifestación de nuestro Dios, de su amor, bondad y misericordia y de su vida es tan incontenible, y todo lenguaje y corazón humano tan limitado, que la divina providencia decidió en su infinita sabiduría el crear, a través del tiempo, las diferentes liturgias para que cada rasgo resplandeciera en cada una de ellas en todo su esplendor. Así como la celeste blanca luz se expande en los colores del arco iris tras pasar por las gotas de la terrenal agua dando lugar a la belleza del mundo, así la liturgia divina, a través de la historia, da lugar a las liturgias de Oriente y Occidente en su fulgor iluminando la Creación con su hermosura.

Y sin embargo, todas proclaman la misma verdad, revelan el mismo amor y muestran la misma belleza, y nos envían el mismo mensaje de salvación porque el Hacedor quiere no la unidad de Babel sino la de Pentecostés, una misma fe, una misma comunión y un mismo corazón en todas las lenguas y en todos los idiomas. Una sinfonía en que se necesita la unidad de todos los instrumentos y en la cual cada uno es necesario para su perfección. ¿No vemos la gloria de la Transfiguración de Dios revelada en el rito bizantino; no vemos la dignísima austeridad de la cruz y de los primeros mártires tan contenida como llena de noble sentimiento en el rito romano, o la humanidad tan humana y a la vez tan divina de la Encarnación en el rito hispano? 

Anticipo del cielo, manifestación de Dios, compendio de la historia de la salvación, encarnación de la fe y, sobre todo y por encima de todos, el don supremo de la eucaristía, Dios dándose del todo a Sí mismo. Como el sol, no le podemos ver directamente sin quedar ciegos, pero sí sentirlo a través de sus rayos y calor; para recibirle dignamente tenemos los ritos y la fuerza de los sacramentos que nos permiten vislumbrarlo como en un espejo, que nos deifican poco a poco hasta compartir su vida divina mediante la recepción del Cuerpo y Sangre de Jesucristo y que, después de esta vida mortal, le podamos ver cara a cara, como el amigo al amigo, como verdaderos hijos del Padre, hermanos queridos de Nuestro Señor Jesucristo y templos vivos del Espíritu Santo y que nos hace gritar: Abba, Padre y estallar en alabanzas alegres.

Esta sinfonía de alabanzas de todos los tiempos y lugares por el gran don de Dios en la Eucaristía, es la respuesta de la Iglesia al Redentor, pues sus oraciones suben como incienso agradable ante su presencia


La misa, don de la Iglesia a Dios


Те слово — божеє кадило,

Кадило істини.

“Esa palabra es el incienso de Dios,

El incienso de la verdad“

Taras Shevchenco, Неофіт (Neófito).


¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él y que son sus acciones para que ganen tu gracia? No somos nada y, sin embargo, lo somos todo para Ti. Por amor nos creaste, por amor nos salvaste y por amor Te entregaste por nosotros hasta el extremo, hasta darte en cuerpo, alma y divinidad. Dios mendigo que busca hasta el más leve trazo de correspondencia a tu amor para darse del todo y Padre amorosísimo que acepta cualquier pequeño regalo hecho por cariño como la cosa más valiosa del mundo. En los frescos de Miguel Ángel aparecen dos almas salvadas por un humilde rosario, pescadas con él del mundo para Cristo en medio del Juicio Final, o la minúscula ofrenda de la viuda en el Templo alabada como las más grande y perfecta. ¿Que son a los ojos del mundo estos dones, un rosario o unos céntimos? ¿Qué son para un padre un dibujo de su hijo o un recuerdo para un amigo? ¡Qué distintas son las balanzas del Dios y el corazón con las del mundo y la carne!

¿Qué son nuestras liturgias ofrecidas al Hacedor con toda su gloria? Nada, pero son recogidas por Espíritu Santo, asumidas por Cristo y dadas al Eterno Padre. A través de ellas nos unimos a la Iglesia, que es el Cuerpo místico de Cristo y nos asociamos al sacrifico redentor de la cruz y a la resurrección pascual con nuestras penas y alegrías, de la esperanza y la fe de la historia y de cada vida, de la comunidad de los santos y de cada fiel

Por eso, todas las misas y todos los ritos son de todas las edades y de cada tiempo. Son lo mejor que la humanidad ha podido, puede y podrá ofrecer a Dios. Toda la Iglesia ha participado con sus dones en su erección, ha dado lo mejor de todos sus tesoros y cada generación ha añadido su sello a la tarea común, desde los mendigos a los reyes, desde los ignorantes a los sabios, hombres y mujeres, niños y ancianos. Desde Padres como San Gregorio, San Basilio, San Juan Crisóstomo, San Ambrosio o San Isidoro; sabios como Santo Tomás o poetas como San Efrén, en ellas se recogen todos los siglos de la oración cristiana, desde el Gloria paleocristiano hasta Leon XIII, y recuerdos históricos, desde el Acátistos hasta el Ángelus. Desde los mártires romanos hasta los del siglo XX. En ella se recorren y se recogen la vida de todos los cristianos a través de los santos que muestran que el Señor no hace acepción de personas si tienen un corazón puro y santo: Emperadores, reyes, papas y obispos, sabios ignorantes, artesanos y labriegos, ancianos y niños, monjas y casadas, hasta pecadores arrepentidos y persecutores convertidos de la Iglesia. Ha participado todo el pueblo con su fe y sus aclamaciones, y ha levantado pequeñas ermitas y grandes catedrales. Hasta ha recogido la esperanza de la profecía del antiguo Israel y las primicias del paganismo: Teste David cum Sybilla.


Conclusión


¿Qué padre, entre vosotros, si su hijo le pide pan, le dará una piedra? (…) 

Si pues vosotros, aunque malos, sabéis dar buenas cosas a vuestros hijos, 

¡cuánto más el Padre dará desde el cielo el Espíritu Santo a quienes se lo pidan!

Lc. XI, 11-13.


En definitiva, la misa y las liturgias no son otra cosa que el diálogo místico y amoroso entre el Amante amado y el Amado amante, entre Cristo y su esposa la Iglesia, entre Dios y las almas Don de Dios y a Dios por eso en estos duros momentos de prueba y de aparente abandono de Cristo, debemos volver a lo esencial, al verdadero valor de las cosas, a la admiración y al agradecimiento, a ser como niños. 

Esto es lo importante y por lo que hay que luchar. Yo no lucho por volver al pasado, yo no lucho por retornar a un pasado en gran parte ilusorio y que nos ha traído hasta donde estamos. La misa tradicional y todos los ritos de la Iglesia, incluido también el de San Pablo VI, no están orientados al pasado, a lo anterior sino al futuro, a la Parusía, a la definitiva manifestación de Cristo, a la liberación de los Hijos de Dios y a la redención completa de la Creación de las cadenas de la corrupción, la muerte y el mal. Yo lucho por llevar el pasado, por el sagrado legado de nuestros padres, al futuro pues como la semilla de la mostaza ha de extender sus ramas con nuevo verdor y aún dar frutos de salvación para todas las gentes para que tengan vida.

De nada nos sirve la misa, sea la nueva o antigua, sea la romana o bizantina, si no tenemos su espíritu, su alma; si no entendemos su mensaje y no nos mostramos humildes y agradecidos por este don. Don de Dios y a Dios, como lo es la Encarnación de su Hijo, que nos dio su existencia, se encarnó y la divinizó dándonos su vida en abundancia y lo sigue realizando cada vez que se consagra el pan y el vino sobre nuestros altares, y ofreciendose al Padre por todos nosotros hasta que estemos todos juntos en el Cielo para siempre.



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