2) La falta de reconocimiento de la verdad o la fictio legis imposible de Benedicto XVI
La verdades no reconocidas desde el fatídico primer domingo de Adviento de 1970 son las siguientes, consecuencia de la Crisis Litúrgica y sus falsas soluciones:
1º) Que el Misal de Pablo VI y el Misal de Pio V son dos Ritos completamente diferentes y que se pueden llamar legítimamente Rito Vaticano (idea de un buen amigo mío oriental) y Rito Romano respectivamente.
2º) Que el Rito Vaticano o de Pablo VI es un rito artificial, creado ex novo por una comisión, con unas finalidades concretas, impuesto por un Diktat pontificio, sin ninguna tradición detrás y por todo ello sui generi, un unicum en la Historia de la Iglesia.
3) Que el Rito Vaticano nació con la principal finalidad de sustituir mediante una "reforma" al Romano, visto como imperfecto y no adaptado a los tiempos, lo que le hace dependiente de este existencialmente. Si el Romano llega plenamente a los modernos, el Vaticano es inútil y sin razón de ser para existir.
4) Que el Rito Vaticano se ha "tradicionalizado" hasta el punto que ya varias generaciones mayoritarías de fieles se han criado con él en el ámbito de la Iglesia Romana. Es su rito recibido de la Iglesia.
A pesar del benemérito Summorum Pontificum de Benedicto XVI para liberar la Misa Tradicional, contenía un error fatal. Para liberalizar el Rito Romano, el Papa Ratzinger ideó una fictio legis que era considerar los dos ritos diferentes como dos expresiones del mismo rito, el Romano, para que pudieran celebrarlo todos los sacerdotes. No tuvo la valentía de reconocer que eran dos ritos distintos y por ello su obra estaba edificada sobre arena y destinada a perecer a manos de su sucesor.
Francisco I en su lamentable Traditionis Custodes, sin embargo, tiene la lógica de su parte al sacar las consecuencias de los postulados del Summorum. Si son dos expresiones del mismo rito, mientras exista el Vaticano este debe sustituir al Romano tras un plazo de tiempo de adaptación para que los fieles tradicionales se pasen a él. Es su razón de existencia y su justificación, carece de ella mientras exista el Romano y más si éste crece y se expande. De hecho, el fin de toda la obra litúrgica del Papa alemán era la incorporación paulatina de elementos del Romano en el Vaticano para unificarlos en uno, una rectificación del invento ritual de Pablo VI que paliara su artificiosidad y le entroncase con la tradición.
A pesar de la intención de su autor, el Summorum produjo no esta unidad sino una crisis mimética de los dos Ritos a la manera en que René Girard hablaba de los gemeloso dobles miméticos agudizando la crisis hasta el paradoxismo con Bergoglio.
3) La crisis mimética de los dos ritos o el Cain y Abel litúrgico.
Esta gran crisis de la lucha entre gemelos miméticos que producen violencia nos retrotrae a la primera crisis litúrgica de la historia de la humanidad. Nos referimos al episodio bíblico de Caín y Abel, con tantas concomitancias que casi podemos decir que es una anticipación que puede arrojar luz sobre nuestro caso.
Podemos equiparar el Rito Romano con Abel que sacrifica el Cordero al Señor mientras que Caín sería el Rito Vaticano, el cual ofrece al Señor el fruto de la tierra y del trabajo del hombre. El Altísimo mira propicio el sacrificio de Abel porque este es puro y santo pero no el de Caín porque no lo era. Así le dijo el Señor: “¿Por qué andas irritado, y por qué ha decaído tu semblante? ¿No es cierto que si obras bien, podrás alzarlo? Mas si no obras bien, está acechando a la puerta el pecado que desea dominarte; pero tú debes dominarle a él.”(Gn.4, 6-7).
El mal del Rito Vaticano no está en que no sea un rito santo ni siquiera en que sea artificial sino en la voluntad de sustituir a su hermano para obtener una legítimidad espiritual que solo la historia puede dar, que la autoridad pontificia es incapaz de otorgar pese a la intención de Pablo VI y sus sucesores y que los modernistas quieren destruir a toda costa.Viendo estos últimos que no obtenían el fruto deseado y llenos de envidia por las gracias crecientes que estaban produciendo su restauración, en vez de convertirse a la Verdad, hicieron como Caín, que tomó a Abel, y así como en el relato biblico se narra que Caín le mató con la quijada del asno, del mismo modo los partidarios modernistas del Rito Vaticano intentaron eliminar al Rito Romano con la Traditionis Custodes de Francisco I.
Toda la Iglesia reclama el rito desaparecido al ver la injusticias de arrancar uno de los ritos legítimos provenientes de los Apóstoles. También llora al ver desolados y maltratados miles de fieles y sacerdotes que sin culpa ninguna fueron despojados de su culto, insultados de palabra y obra, agredida la memoria de centenares de generaciones de santos y fieles que rezaron con esa Liturgia y ofendida la memoria de Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI al atribuirles falsedades obscenas. Con ello, Francisco y sus secuaces han profanado el Rito Vaticano y le han marcado con este estigma cainita que ningún otro rito de la Iglesia Universal tiene.
Sin embargo, debemos recordar que Dios marcó a Caín con una señal para que nadie pudiera agredirle fuese a donde fuese a pesar de su crimen porque estaría protegido por el Altísimo. El Rito Vaticano está marcado por un hecho determinante que debemos recordar siempre y que le hace estar protegido por el Señor: se ha hecho tradicional en gran parte de la Iglesia siendo la Liturgia dada para millones de fieles y con la que santifican sus vidas. Por esta causa, no debemos seguir el ejemplo de Caín para reparar el mal hecho sino el de Cristo: Aquel que hace nuevas todas las cosas.
(continúa)