[Eck es un comentarista habitual del blog, particularmente agudo en sus observaciones. Publico en tres entregas un artículo de su autoría con interesantes reflexiones sobre el problema litúrgico en la iglesia romana]
por Eck
"Sine dominico non possumus"
Mártires de Abitina (Túnez)
A D. Xavier O. de Santiesteban.
La crisis litúrgica del Rito Romano es el mayor problema que actualmente sufre la Iglesia Católica hasta producir lo que denunció con tanto vigor el P. Louis Bouyer: la propia descomposición del Catolicismo. Sin embargo, muchos de los defensores de los ritos tradicionales no comprenden la profundidad que alcanza este cáncer en toda la vida cristiana cuando creen poder curarla con un simple cambio de misal y una mera vuelta a los usos de un pasado ya fenecido. Es pretender corregir las consecuencias con un simple regreso a las causas que lo provocaron en vez de atacar el mal en su raíz. Por el contrario, su resolución sólo puede venir, con la ayuda de Dios, a partir del reconocimiento de la verdad pura y dura, lo único que nos hará libres, para poder remediar esta enfermedad que debilita a la Iglesia.
Los principales problemas litúrgicos de la Iglesia Latina se pueden resumir en estos tres:
El primero: el desconocimiento del papel central de la liturgia en la vida de la Iglesia; el segundo: la falta de reconocimiento de la verdad; y el tercero: la crisis mimética entre ambos ritos.
1) El desconocimiento del papel central de la liturgia en la vida de la Iglesia.
Este desconocimiento del papel central de la liturgia en la vida de la Iglesia se puede ver en el uso que se le da. Se la emplea para cualquier fin menos para lo fundamental en ella. Lo que bien sabía el mártir S. Emérito cuando contestó a la acusación del procónsul Anulino de haber participado en los Santos Misterios: "No podemos vivir sin el Día del Señor", nosotros lo hemos olvidado.
Daré aquí un breve resumen porque el tema es de por sí profundísimo. En mi opinión se puede expresar así: La Iglesia tiene su corazón en la Liturgia, la Liturgia tiene como fundamento el Santo Sacrificio de la Misa, en la Misa es Cristo quien se hace presente. Por este motivo primordial toda la Iglesia esta ordenada por y para la Liturgia y vive de ella como el árbol lo hace de sus raíces. La Donación total de Cristo en la Liturgia es el comienzo de la participación en la tierra de la Gloria y la Vida Divina que alcanzaremos plenamente en el Cielo.
En cambio, nosotros hemos perdido este sentido sagrado al convertir los sacramentos y, peor aún, la Santa Misa en una máquina de Gracia y Hostias consagradas en vez de una participación en los Misterios de Dios, un injertarnos en la Vida de Cristo para que demos frutos de salvación. Esta nefasta concepción mecánica de los sacramentos nació del nominalismo voluntarista anticontemplativo de la Edad Media para el cual el hacer está por encima del ver, la voluntad sobre el entendimiento. Sus efectos deletéreos se vieron potenciados aún más por la inflamación cancerosa que la Devotio Moderna dio a la espiritualidad occidental, ya muy inclinada a la acción y la individualidad de por sí. En el fondo es una manifestación de un gnosticismo negador de la Encarnación y para el cual las formas históricas no son una encarnación de la Fe sino unos meros trajes de usar y tirar. Por esta razón fue el Caballo de Troya del modernismo, el neognosticismo por autonomasia.
Perdido el sentido profundo de la Liturgia y viendo en ella una simple fábrica de Gracia, era normal que muchos pretendieran resucitarla mediante su aggiornamento más que en la recuperación de su esencia. La famosa actuosa participatio de los fieles y cómo se entendió este concepto nos da la clave: No como una participación en la Vida Divina a través de los ritos sino como un mero desempeño físico dentro de las ceremonias.
Dejémonos de tonterías, las raíces de la Crisis de 1970 estuvo en los mismos comienzos del Movimiento litúrgico pues, menos en los monjes contemplativos, en el resto latían las semillas que produjeron el desastre. Momificada desde la Edad Media, los intentos de resucitarla desde los postulados y las concepciones modernas sólo podrían producir su pudrición completa pues no pudieron dejar de ver la Forma de la Tradición Sagrada como una adiaphora1, en palabras de Melancton, que podría ser sustituida por otras más modernas y más al gusto del presente para atraer a los contemporáneos a recibir los Sacramentos.
Sólo el reaccionarismo a ultranza de los Papas del sg. XIX impidió que saltase la presa por los aires pero tras los golpes revolucionarios de S. Pío X y Pio XII ya no se pudo contener más las aguas. El Concilio Vaticano II, visto como un revulsivo para la renovación de la Iglesia, dio el golpe final que causó el anegamiento de la tradición. Siendo la Liturgia el Eje de la Iglesia, no es de extrañar que se centrara en ella los intentos de modenizarla, adaptarla y hacerla participativa tirando a la basura los Signos Sagrados dados por viejos y inútiles puesto que lo importante es la mera consagración y recepción del sacramento. Las continúan transformaciones y derivaciones solo continúan a cada vez mayor velocidad esta lucha por seguir las modas.
El Misal de Pablo VI y sus problemas fundamentales fueron su consecuencia. Respetada la Consagración y algunos pocos elementos anteriores, se vio como una reforma de las adiaforas del Misal de Pio V pero en realidad se creó un rito nuevo pero atado al anterior por necesidad: mors tua, vita mea. La supervivencia del rito tradicional impidió su consolidación y produjo la guerra litúrgica por dejar sin cimientos el nuevo rito. Benedicto XVI intentó hacer las paces pero la falta de verdad solo creó una tregua y las contradicciones siguieron aumentando con la expansión de la Misa romana y la recuperación de la visión tradicional de la Liturgia hasta que todo ha explotado con la Traditionis Custodes de Francisco I.
(continúa)