Jean Madiran vs. Yves Congar O.P.
(un intercambio epistolar quince años después del Concilio)
por Jack Tollers
Hace más de 50 años, durante el verano del ’66 me tocó en suerte ir a vivir a París. El episcopado francés en pleno acababa de condenar a la revista Itinéraires dirigida por Jean Madiran identificada como órgano de expresión de “una minoría que con audacia pone en duda, en nombre de una fidelidad al pasado, los principios de renovación en curso”. Se referían a “los principios” del Concilio Vaticano II porque todavía no les había dado por hablar del “espíritu” del Concilio, eso vendría después.
Hace más de 50 años. Y, en efecto, entonces Madiran, en compañía de una “minoría” (¡pero qué minoría, ya veremos!) formulaba sus críticas al Concilio Vaticano II en diversas polémicas con las demás revistas progresistas de entonces (señaladamente Esprit, dirigida por Emmanuel Mounier y Témoignage chrétien, entre otras). Claro, mi padre se abonó inmediatamente a la revista, que seguimos recibiendo en casa hasta que finiquitó, a principios de los años ’90 (algunos dicen que la revista perdió muchos lectores porque Madiran no quiso acompañar a Mons. Lefebvre en su decisión de ordenar cuatro obispos, allá por 1988).
Lo cierto es que me pasé buena parte de mi juventud leyendo este mensuario, familiarizándome con muchísimos intelectuales católicos que luego seguí en innumerables artículos o libros, entre tantos otros, gente de la talla de Gustave Thibon, Louis Salleron, Marcel Clément, los hermanos Henri y André Charlier, Hughes Kéraly, Henri Massis, Marcel de Corte, Michel de Saint Pierre, Thomas Molnar, Charles De Koninck, Louis Jugnet, Gustavo Corcao, Maurice Bardèche (el cuñado de Brasillach), Jacques Ploncard d’Assac y, claro está, el propio Jean Madiran.
Y como digo, pasaron 50 años cuando el otro día fui a almorzar a casa de mi yerno y (¿cuándo no?) empecé a inspeccionar su biblioteca, topándome con una separata de Itinéraires del año 1985 en el que se publica un intercambio epistolar entre el propio Madiran e Yves Congar O.P. acerca del Concilio, ocurrido casi diez años antes. Se me había pasado, o por lo menos, no recordaba esta separata, Le Concile en question.
- De dónde sacaste esto? -le pregunté a mi yerno.
- ¡Ah! Del seminario (imaginarán uds. cuál) … Tenían varios ejemplares y lo regalaban… y bueno, yo agarré uno -me dijo.
- Pero si vos no sabés francés -le dije.
- Sí, bueno, pero pensé que un día lo aprendería y luego…
Luego, nada. No aprendió francés y ahora lo tengo yo al opúsculo este, “El Concilio en cuestión”, aquí, delante de mí, sin saber qué hacerme con este espléndido ejemplo de lo que ha pasado inmediatamente después de esa malhadada reunión: cómo han jugado la partida los progresistas y cómo ya en los años ’60 tenían perfectamente en claro qué iban a hacer: un concilio pastoral (¿y qué concilio no lo fue?), con textos redactados imprecisamente sin incluir definiciones dogmáticas (a diferencia de los veinte concilios precedentes), para ir dándoles a esos textos, con el paso del tiempo, una interpretación cada vez más, ¿qué diremos?, cada vez más audaz, cada vez más heterodoxa, cada vez más escandalosa. Textos redactados en un lenguaje deliberadamente ambiguo, como reconoció no hace mucho el mismísimo Hans Küng.
Después de leer esta separata que digo, pensé en traducirla y hacerla publicar, pero luego recapacité y pensé que lo mejor que podía hacer es hacerle una pequeña recensión para este blog porque si hay algún interesado, siempre podrá buscar el original en francés y darle el uso que quiera (las referencias necesarias van al pie).
Aquí pues mi informe.
Y antes que nada una confesión: cuando me abalancé sobre este librito pensé que iba a encontrarme realmente con las razones, argumentos y fundamentos de Fray Yves Congar O.P., en su topada con Jean Madiran. Pero imbécil de mí, ¿cuándo aprenderé? No señor, son cuatro extensas cartas del segundo: Congar se contenta con responder a la primera en unas nueve suscitas páginas y con una sola página despacha la tercera de Madiran. En fin, que el librejo tiene 167 páginas de las cuales sólo 10 pertenecen a Congar. Claro que no estaba solo en mi ingenuidad: en 1985, cuando Madiran publicó una introducción a esta correspondencia, se mostró algo optimista sobre la posibilidad de un gran debate sobre el Concilio a propósito de la publicación del Informe sobre la fe, aquel extenso reportaje en el que Ratzinger elaboró largas respuestas a las incisivas preguntas de Vittorio Messori. Parecía que algo podía pasar y eso creía el propio Madiran:
Este debate, hasta ahora oficialmente descartado, se convertirá así en algo oficialmente inevitable. Para eso habrá que comenzar por reconocer finalmente que Vaticano II en modo alguno fue seguido de la “renovación” anunciada, sino que, al contrario, desencadenó una descomposición cuasi-universal de la Iglesia Militante. Ese primer paso (¿el que más cuesta dar?) parecería en ciernes, veinte años después de finalizado el Concilio (pág. 11).
¿De veras? Tu abuela. Y nada, es lo de siempre y Congar no es ninguna excepción. Madiran se encarga de enfatizarlo al finalizar todo el ejercicio:
En cuanto al diálogo entre nosotros, podemos entonces darlo por fracasado. No por eso quedaré eternamente desconsolado. No profeso como Ud. y los suyos aquel fetichismo del diálogo. Fetichismo sobre todo teórico, por cierto; Ud. también hallará rápidamente consuelo—ya se ha repuesto, mejor así. Pero es una lástima para la Iglesia que decididamente no haya escuchado nada de lo que le he dicho. Y luego temo por Ud. que esa sordera suya no sea enteramente inocente (pág. 140).
Diálogo, sí, claro, te la debo (me trae a la memoria lo que cuenta Bouyer en sus memorias que una vez Karl Rahner se explayó interminablemente sobre las virtudes del diálogo y Ratzinger le comentó por lo bajo: “Ahí va Rahner otra vez, con sus monólogos sobre el diálogo”, je).
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En su prólogo a esta correspondencia (si así se puede llamar), Madiran advierte:
Este debate con el P. Congar ha constituido una excepción, y, hasta donde sé, la única: el debate de fondo sobre Vaticano II nos ha sido habitualmente negado, con una simulada distracción y un evidente desprecio (pág. 10).
Eso, en 1985. Ahora, casi cuarenta años después y como bien sabemos, la cosa sigue igual. No hubo libros, ni congresos, ni revistas, ni ámbito alguno donde se pudo, alguna vez, en algún país, en algún tiempo, dialogar sobre Vaticano II, ni siquiera en tiempos de Benedicto XVI. Y entonces, no es nada raro que la palabra “diálogo” misma, tan cara a los progresistas, para nosotros es mentira: no, miento, es mierda… es equivalente a “el debate que nos debemos” que dicen los periodistas de cuarta de los medios de comunicación.
Pero, dejemos ese fetiche de lado.
(Sigue)