-Lindo diagnóstico, Ludovico, pero tiene dos fallas: no dice (a) qué es lo que viene ni (b) qué hacer.
-En cuanto a lo primero, no soy Eneas ni Pablo, y no me considero digno ni me consideran tal. Seguramente el papado saldrá sin tanta inflación y adherencias, menos político, quizás más parecido a los patriarcas orientales. O no. En cuanto a lo segundo, tampoco soy Lenin. Pero vayan algunos tips que he venido charlando con amigos y que pueden ayudar:
1) Dios manda a algunos papas, a otros los permite, a otros los inflige, como dicen que dice San Vicente. El papado es un emergente de la salud espiritual del pueblo de Dios, que es pésima en cuanto a las virtudes teologales. Un Bergoglio no duraba media hora en otros tiempos. Y sabemos por Job que Dios hace reinar al hombre hipócrita por los pecados del pueblo. Consecuencia obvia: convertirse. Todos. Es terrible verla tan clara y seguir en nuestras ruindades. Y orar, por supuesto. Ahora entendemos mejor qué quiere decir pedirle a Dios eso de que el papa “no caiga en manos de sus enemigos”.
- Me salió beato.
- Más bien pecador temeroso, qué le va a hacer. Va el segundo.
2) No primerear, para usar la neolengua eclesial. No nos adelantemos a sacar conclusiones. Ni deducir la Sede Vacante de la Sede Berreta (algunos, en su adolescencia teológica, no soportan enterarse de que los reyes son los padres, o que los padres no son reyes); ni el cisma causado por lo que va a hacer Bergoglio dentro de un año; ni andar construyendo el trono para Enoch y Elías, etcetera. A cada acción corresponde una reacción, sin adelantar pasos ni regalar espacios eclesiales. Pero estar atentos, todo es posible.
3) Leer historia de la Iglesia. Casi todo lo que podía pasar, pasó. Hay que superar el código Hays de los últimos siglos de papado.
4) Resistir. La resistencia es la principal arma que tiene el súbdito contra el tirano. Resistir es complicado, en principio no implica ni exige desconocer la legitimidad de origen del gobernante. Puede entrañar aceptar cuantitativamente muchas cosas irrelevantes, callar cuando no es mandatario, besar la mano que no se puede cortar. Pero la resistencia es persistencia cualitativamente diamantina: no se cede una iota en cuanto a los principios (aquí, el depósito de la fe y costumbres). En esta resistencia, cobra extrema relevancia la difusión permanente de los criterios católicos de verdad. La caridad requiere una amplia y universal labor didáctica explicando la función magisterial, las fuentes de la Revelación, los límites infranqueables del magisterio, etcétera. Hay textos de Benedicto luminosos que son muy útiles. Hay que destruir la idea del papado absoluto, totalitario y fontal, y de la Iglesia dueña a su arbitrio de la Revelación y del Depósito. Hay que enseñar que el papado es una monarquía constitucional cuya ley fundamental es el Evangelio y la Tradición. Y que no está para definir novedades.
5) Crear ámbitos privados de catharsis. Desgraciadamente, no se puede vivir como si el papa no existiera, su accionar compromete todo y la polución es enorme. Entonces, y para no primerear, resistir y aguantar, lo mejor es no estallar, ni faltar el respeto ni andar mostrando las vísceras a todos, salvo a los amigos. Funciona, me consta.
7) Agregue el lector más consejos. Io non Enea, non Paulo sono…
Ludovicus