Las señales de Su Venida no son tan claras como para dispensarnos de intentar discernirlas,
pero tampocotan patentes que uno no pueda equivocarse en su interpretación,
de modo que nuestra elección pende entre el riesgo de ver lo que no es y el de no ver lo que es.
John Henry Newman, Esperando a Cristo, en Et voilà
Sin embargo, en una cosa todos estamos de acuerdo: y es que estamos viviendo tiempos difíciles, tiempos de tribulación y de prueba.
Y yo quisiera aquí detenerme brevemente en lo de la prueba, en cómo estamos siendo puestos a prueba, cada uno de nosotros: de una parte, padecemos una prueba generalizada, en común, el mundo moderno, el triunfo del progresismo (con el Covid y todo) y luego, las reacciones que desencadena, que también nos hacen padecer. Pero luego, está el caso de cada cual: todos estamos siendo probados, es cierto, pero a cada uno de nosotros nos aprieta el zapato de distinto modo; hay quienes sufren depresión nomás, eso solamente (¡y te la debo!), pero también están los que no tienen trabajo y… están deprimidos. Hay algunos que padecen de males físicos. Y otros que padecen de males físicos y psicológicos. Algunos sufren por la pobreza y otros sufren por no saber cómo gastar lo que les sobra. Hay quienes sufren pruebas de fe y otros están desesperanzados (o desesperados). ¿Para qué seguir?Todos sabemos que estamos siendo probados en general, sin excepción, y todos sabemos que todos estamos siendo probados en particular: es propio de este tiempo, en el que Dios Nuestro Señor, se dignó ponernos.
En el mismo sermón del que saqué la frase del epígrafe, Newman cita al profeta Habacuc:
Estaré en pie sobre mi atalaya,
Me apostaré sobre la muralla,
Y quedaré observando para ver
qué me dirá Yahvé
y qué responderá a mi querella.
Qué responderá a mi querella…
Y respondióme Yahvé, y dijo:
Escribe la visión, grabándola en tablillas,
para que se pueda leer fácilmente.
Porque la visión tardará en cumplirse
Tardará…
Hasta el tiempo fijado,
llegará a su fin y no fallará;
Pero… pero… ¿tardará mucho?
Si tarda, espérala.
Vendrá con toda seguridad, sin falta alguna. (Hab. II:1-3)
Ya ven cuánta verdad se esconde en la frase de Newman: hay una ambivalencia en el vigilante, pues vigila precisamente porque no sabe cuándo va a venir el ladrón.
Si el dueño de una casa supiera a qué hora se va a meter el ladrón,
lo esperaría para no dejarlo entrar (Lc. 12:39).
Claramente, en algún momento vendrá. Vendrá con toda seguridad, sin falta alguna.
Pero, de igual modo, como advierte Nuestro Señor, no sabemos cuándo. Y de allí el deber de vigilar.
Esto, dicho así, está más claro que el agua. Lo difícil es vivirlo por razón de la paradoja que Cristo instaló en medio de la historia con su palabrita pronto, “vuelvo pronto”.
¿Pronto? Dos mil años después de haber dicho eso, de haber prometido eso y… ¿todavía no volvió? Newman, otra vez, nos contesta:
Si su Segunda Venida hubiese ocurrido pronto, en el sentido que habitualmente le damos a la palabra, no podría haber sido repentina también. No creemos que los sirvientes de un señor que anuncia que sale a una fiesta puedan sorprenderse demasiado por su regreso pocas horas después.
Su vuelta nos tomará por sorpresa y nos parecerá repentina sólo porque nos parecía que se demoraba.
De allí las distinciones necesarias que Castellani tan bien enfatizó en un artículo escrito hace setenta años (Visión religiosa de la crisis actual, Dinámica Social, Bs. As., nº 13-14, septiembre-octubre de 1951, ¡qué te parece!, que hallará el que lo tenga, en la edición de Dictio de Cristo ¿vuelve o no vuelve?):
Dos posiciones heterodoxas y entre sí opuestas, una eufórica y otra agorera, dominan hoy vastamente el aire del tiempo:
1.- Sabemos que el mundo no puede acabar.
2.- Todo es inútil, no se puede hacer absolutamente nada.
Estas dos posiciones puede encontrarlas el lector en su vecindad y aun en su familia, y quizá incluso en sí mismo, alternándose en moto pendular en las horas agitadas o foscas.
En sí mismo…
Así es. Y esto porque entre nosotros, después de la insistente, brillante e irresistible prédica de Castellani, justamente, difícilmente hallaremos a alguno que niegue la Parusía, a un cristiano “anti-parusíaco” como él los llamaba. En cambio, entre los nuestros bien podemos toparnos con esta otra heterodoxia, hija de una impaciencia malsana y que engendra dogmatismos en materia opinable, una y otra vez. Habiendo resuelto que el “pronto” de Jesucristo alude a un tiempo más o menos inmediato, cronológicamente identificable en cuestión de semanas, o de meses, o quizás, de años, no solo se abrazan al todo es inútil, no se puede hacer absolutamente nada, sino que se ponen también a dogmatizar en materia opinable.
Lo que, estimado Wanderer, resulta aburridísimo, como para empezar a decir alguna cosa.
¿Pongo ejemplo? Y sin embargo, no lo voy a hacer, porque, como dije, los que así proceden, los que así se pronuncian, son muchos, y son amigos nuestros, se van a poner el sayo y… se van a enojar.
Pero Ud. y yo sabemos quiénes son y por qué se expresan con ese talante.
Y ellos también.
Es por razón de su maldita impaciencia, nada más; y eso, a su vez (otra vez la maldita paradoja), es porque lo quieren a Jesucristo, no vaya a creer. Pero no tanto como para detenerse cuidadosamente sobre el sentido de cada una de sus palabras, ipssísima verba Iesu.
Son como los chicos, que uno los quiere, cómo no, aunque, de a ratos también nos hacen padecer.
Hasta que Él vuelva.
Jack Tollers