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La variedad de los ritos litúrgicos: ¿tolerada o valorada? (IV)

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por Gabriel Díaz Patri


Actitud de la Iglesia ante la variedad ritual
La respuesta clara de la tradición podemos encontrarla en la verdadera «Summa liturgica» de la Edad Media que es el Rationale Divinorum officiorum de Guillermo Durando, el Doctor Speculator, contemporáneo de santo Tomás y también dominico, obispo de Mende y autor del Pontifical –que es la base del Pontifical Romano–. El Rationale conoció hasta fines del siglo XIX, noventa y cuatro ediciones: según el Cœremoniale episcorum, se trata de una obra que no puede faltar, en ningún caso, en la biblioteca de un maestro de ceremonias. Allí leemos:
En el culto divino existe una variedad de múltiples ritos. En efecto, casi todas las iglesias tienen sus propias observancias que profundizan en su propio sentido, y no puede considerarse reprensible o absurdo venerar a Dios y a sus santos con cantos o melodías variadas o con observancias rituales diversas, dado que la misma Iglesia triunfante, según la palabra del profeta, «está revestida con una vestidura multicolor» (Sal 44, 10) y que, de hecho, la variedad de costumbres está admitida hasta en la administración de los mismos sacramentos eclesiásticos.
Durando no hace más que aplicar a la liturgia la visión original que tenía el cristianismo de la varietas, en el sentido de diversitas, a diferencia de la estética clásica, cuyos códigos distinguían cuidadosamente una cosa de otra. Para los Antiguos, la varietas estaba estrechamente unida a la dignitas. «La dignitas es lo que hace que un discurso sea ornado para distinguirlo por su variedad.» La varietas expresa la esencia de lo que es adecuado y digno de tal ornamentación. La «mixtura», en cambio, tenía una connotación negativa en la Antigüedad, tanto griega como latina: era lo que producía el caos y la discordia; según todos los cánones del estilo antiguo, la mixtura era una falta grave.
San Agustín conocía, ciertamente, esta fuerte aversión de la cultura antigua por la mezcla, pero la ultrajó con ostentación, precisamente en su comentario al salmo 44 al que alude Durando. Allí define la variedad como diversitas. En el versículo 10 del salmo, se describe a la reina (la esposa) ataviada con un vestido multicolor: «circumdata varietate»  y en los versículos 14-15, está entre sus amigas «circumamicta varietatibus». En su comentario, Agustín relacionó a la esposa de este salmo con la Esposa del Cantar de los Cantares –es decir, la Iglesia– e interpretó los colores variados del vestido de la reina de la manera siguiente:
“La reina está a tu diestra, con un vestido dorado, envuelta en un vestido multicolor.” ¿Cómo es este vestido de la reina? Es precioso, variado (varius) como los misterios de la doctrina en los diferentes idiomas. La lengua africana es una, la siria otra, el griego otra, el hebreo otra, y así tal o tal otra constituyen, sin embargo, la variedad del adorno del vestido de la reina.
Estamos ante una ruptura sorprendente del concepto de decorum respecto de la estilística antigua. Ya no se subraya la «aptitud» o el «valor» de los elementos en su conjunto, sino más bien sus diferencias, grandes y contrastadas, que se encuentran, no obstante, reunidas. Un siglo y medio más tarde, Casiodoro seguirá en esto a san Agustín. Para los eruditos de la retórica que eran ambos, este cambio de noción es significativo.
Sin duda, el comentario de san Agustín no fue la causa de este cambio significativo en la percepción cultural de la diversidad y de la mezcla, pero sus palabras ciertamente lo reflejan y contribuyeron a darle autoridad. El nuevo gusto por la diversidad debe mucho, en efecto, a las convenciones estéticas y a las realidades sociales del Imperio tardío,  inspiradas quizá por las mismas elecciones que empujaron a los arquitectos de Constantino a remplazar elementos significativos de los antiguos órdenes arquitectónicos por una diversidad estudiada, por momentos agresiva. Fue una innovación total. Los arquitectos de la corte de Constantino renunciaron en forma deliberada al canon clásico para mezclar los órdenes arquitectónicos en la construcción de las basílicas paleocristianas. 
Más tarde, el Musica enchiriadis, tratado de música del siglo IX, presenta un enfoque comparable de la armonía como discordia concors . En su Micrologus, Guido de Arezzo describe la armonía musical, destacando la diferencia y el cambio: «no es sorprendente que el oído experimente un vivo placer en la variedad de los sonidos, puesto que la vista encuentra agradable la variedad de los colores, la variedad de los olores estimula el olfato y la lengua disfruta de los sabores cambiantes» .
El énfasis puesto en la diversidad en la armonía se encontrará durante toda la Edad Media. La varietas se convertirá, entonces, en el principio distintivo, no solo de la retórica y la poesía, sino también de la arquitectura, los libros de oración, la música.. y de la liturgia.



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