Nos toca ahora desarrollar la primera de las hipótesis que hemos llamado “narrativas” y que tienen en común la afirmación de que el Santo Padre sigue un libreto que le ha sido asignado. Pero esta “asignación” presenta, a su vez, diversas posibilidades, y la primera de ellas consiste en sostener que el guion de su pontificado le ha sido dado por una especie de consultora internacional dedicada al cambio de imagen de la iglesia católica.
Para quienes no tienen fe, entre los que se incluyen númerosos obispos y cardenales, la Iglesia es una gran multinacional, multimillonaria, que ejerce una importantísima función social en diversos planos y que puede sostenerse en razón de la multitud de sus clientes, o fieles, y del apoyo o alianza con los gobiernos civiles de la mayor parte de los países del mundo. Necesariamente, entonces, la Iglesia –su praxis y su doctrina-, debe ir acompañando la evolución natural de la sociedad y de los clientes que la integran, so pena de empobrecerse y llegar a la extinción, tal como le podría pasar a la Coca Cola o a la Cruz Roja.
Desde este punto de vista, el pontificado de Benedicto XVI fue un rotundo fracaso ya que, además de su conservadurismo en materia doctrinal –se resistía a adaptar las prácticas de la Iglesia a las nuevas mentalidades o, peor aún, propiciaba un retroceso- se produjo la explosión de los escándalos sexuales y financieros que todos conocemos. La imagen de la iglesia católica caía en picada, perdía clientes de a cientos de miles –y aquellos más valiosos por su cultura y su fortuna: los europeos y americanos-, perdía capacidad de presión e influencia en los ámbitos políticos y económicos y –parecía- se acercaba rápidamente al precipicio de la desaparición.
Frente a esto, un grupo de obispos, principalmente alemanes y americanos, decidieron hacer lo que hace cualquier CEO de una multinacional haría: contratar una consultora a fin de conseguir asesoramiento para revertir la situación. El consejo habría sido: cambio de imagen de la iglesia católica. Esto implicaba, en primer lugar, sacar al papa Benedicto de escena, puesto que su imagen jamás iba a poder ser revertida, y colocar a otro pontífice que siguiera “el libreto” que esta consultora habría diseñado a fin de cambiar el rumbo desastroso que había tomado la iglesia.
Este grupo de cardenales se habría movido, entonces, en ese sentido. En primer lugar, lograr la renuncia de Benedicto, lo cual no era empresa fácil, pero posible, y quedó demostrado. Podrían haber apretado por muchos lados pero –y esta no es más que mi opinión-, se habrían dado cuenta que la debilidad del papa alemán era su preocupación de cumplir con perfección germánica su ministerio. La solución venía en crearle una serie de situaciones que le mostraran que las cosas se le iban de las manos y que ya no era capaz de cumplir. Necesariamente, entonces, debía renunciar. ¿Cuáles fueron esas situaciones? Muchas: el robo de documentos por parte de su mayordomo (no podía confiar en nadie); la detonación permanente de casos de pedofilia por parte de miembros del clero, lo cual lo apesadumbraba; la publicación en todo el mundo del tráfico y lavado de dinero por parte del banco vaticano y otros escándalos financieros; los más que turbios manejos de la Curia Romana, acrecentados por la torpeza de su Secretario de Estado, el cardenal Bertone; las dos famosas cajas que contenían los documentos de la investigación interna y que, misteriosamente, con el pontificado de Francisco desaparecieron de la atención pública. En cuanto a esto último, ¿qué contenían las cajas? ¿A qué información pudo acceder el papa Benedicto? ¿Qué presiones habrá recibido? Todo esto habría provocado su renuncia y la elección de un nuevo pontífice.
Se trataba, claro, de un cónclave previsto y preparado con anticipación por la troika (o “cuatroika”…) de cardenales encargados de la operación. ¿A quién elegir? Bergoglio era el indicado. Había sido un serio competidor de Ratzinger en el cónclave anterior, por lo que ya tenía un buen nivel de conocimiento, predicamento y apoyo en el colegio cardenalicio; era una personaje dominado por la ambición de poder y sin ningún tipo de preocupaciones o principios doctrinales (“Yo no entiendo eso de principios innegociables”, dijo el papa Francisco hace poco) por lo que no pondría reparo alguno en seguir el libreto que le pasaran y que contenía detalladamente –tal como hacen las consultoras- lo que debía hacer: desde dejar de usar la muzetta y los zapatos colorados, hasta llamarse Francisco y hablar de la iglesia “de los pobres y para los pobres”. Con eso, y muchas cosas más por el estilo, vendría una lavada de cara de la institución que prepararía el terreno para los cambios disciplinares y doctrinales de fondo.
Pero se enfrentaban con una dificultad: los cardenales ratzingerianos, pocos en número pero que, aliados con los cardenales de la Curia y otros italianos del grupo de Sodano, podían contar con el número de votos suficientes para elegir al cardenal Scola. Pero el peligro se allanó con la renuncia intempestiva de Benedicto, que dejó en offside a Sodano, y que le valió que éste quitara su apoyo a los cardenales de la línea benedictina. Sin el sostén de los curiales y de buena parte de los italianos, el arzobispo de Milán no reuniría los votos suficientes y la balanza se inclinaría en favor del candidato de la troika.
¿Qué hechos concretos avalan esta hipótesis? Hay de distinto tipos. Los que conocen del manejo de imagen de empresa, aseguran que lo ocurrido con el papa Francisco es un caso de manual: ninguna novedad. Es así como se manejan las consultoras con sus clientes. Y para corroborarlo, está la decisión de la Escuela de Negocios de la Universidad de Harvard que ha tomado el caso Francisco como un ejemplo exitoso de cambio de imagen y de CEO eficiente, y así lo enseña a sus alumnos (ver aquí).
Otro indicio sería el masivo e incomprensible apoyo de los medios de prensa de todo el mundo a Bergoglio. Los que entienden, aseguran que el apoyo de ciertos medios –como la tapa de las revistas Time y Rolling Stone- no es gratuito sino que se compra. Es decir, estas importantísimas revistas colocan en sus portadas a quienes pagan por estar allí. ¿Parece improbable? No sé si tanto. Hace algunas semanas nos enteramos que el papa “ha contratado a la consultora internacional McKinsey para estudiar y aconsejar en la política de comunicación de la Santa Sede. Ya esa firma tenía a su cargo la auditoría financiera que ordenaron los cardenales a quienes se les ha confiado ese sector junto a la firma KMPG. También conocimos en esas charlas el nombre del principal asesor en medios del Vaticano desde el año pasado, el periodista norteamericano Greg Burke, que asesora al secretario de Estado en el manejo de las comunicaciones a través de radio, tv y medios gráficos”. La noticia apareció en el diario Ámbito Financierodel 30 de junio pasado. No resulta para nada extraño que Burke y la firma McKinsey –cuyo asesoramiento debe salirle varios millones de euros al papa que hoy comió en el comedor con los empleados vaticanos sirviéndose él mismo la humilde comida proletaria- posean el poder de lobby y el poder financiero suficiente para comprar tapas y sugerir líneas editoriales en el planeta. Todos sabemos que la propiedad de los medios de prensa más influyentes del mundo se concentra en muy pocas manos.
Otra clase de indicios tienen que ver con las andanzas de Bergoglio antes de su elección. Es muy fuerte el comentario que indica que, seis meses antes del cónclave, comenzó a recibir clases de italiano de parte de una profesora que iba diariamente al arzobispado porteño. Además, el día en que se conoció la renuncia del papa Benedicto, estuvo horas hablando telefónicamente con cardenales de todo el mundo. Estos datos me fueron confiados personalmente por un sacerdote que trabaja en la curia de Buenos Aires. También se comenta -y, hasta donde sé, son solamente comentarios-, que entre el triste 11 de febrero de 2013 y el inicio del cónclave, hizo al menos dos viajes secretos a Roma. Si fuera verdad, haría aún más plausible esta hipótesis.
En conclusión, el papa Francisco estaría ejerciendo un pontificado “guiñado” por una consultora internacional. Él, personalmente, no tendría otro plan más que llegar y mantenerse en el poder. Del resto, se ocupan los técnicos.