Con el inicio de la Semana Santa, muchos sitios web comienzan a publicar fotografías de las ceremonias celebradas según el rito tradicional que, gracias a la generosidad del papa Benedicto XVI, son cada vez más frecuentes… en algunos países países.
Me ha llamado la atención que en muchas de las últimas fotografías de la misa solemne de Ramos, -por ejemplo las que publica el monasterio San Benito de La Garde-Freinet y que pueden ver aquí,- pareciera que se trata de una concelebración (lo que sería imposible puesto que tal cosa no existe en el rito romano tradicional) ya que aparecen tres sacerdotes revestidos de casullas. Pero, mirando en detalle, dos de ellos la tienen levantada en la parte anterior. Investigando un poco, encuentro los siguientes datos que desconocía:
Durante el primer milenio, la casulla era el ornamento general de todos los clérigos. No solamente del obispo y los sacerdotes, sino también los diáconos, subdiáconos e incluso los acólitos, usaban casulla, según relatan Alcuino y Amalario de Metz. Recordemos, además, que durante esos siglos la casulla no era la que habitualmente se ve en las misas tradicionales y que se conocen como “casulla guitarra”, sino que eran amplias y cubrían casi totalmente a los ministros sagrados. De allí su nombre de planetas o amphibalum.

Este ornamento no era incómodo para los obispos y sacerdotes pero no ocurría lo mismo con los diáconos y subdiáconos, cuyo oficio les exigía que sus brazos pudieran moverse libremente para trasladar los libros litúrgicos o los vasos sagrados. Fue así que se comenzó a plegar la zona anterior, la que recubría su pecho, a fin de que pudieran moverse con facilidad, y apareció lo que los libros latinos mencionan como planetae plicatae ante pectus, o “casulla plegada ante el pecho”.
El diácono, además, desde el canto del evangelio hasta la finalización de la misa, para tener aún mayor libertad de movimiento, se enrollaba la casulla en bandolera a través de sus espaldas y sobre la estola.
La casulla del celebrante no necesitaba ser plegada ya que el diácono y el subdiácono lo ayudaban levantándosela en los momentos requeridos, como las incensaciones y la elevación durante la consagración.

Las casullas plegadas de los diáconos y subdiáconos comenzaron poco a poco ser reemplazadas por dos nuevos ornamentos litúrgicos -la dalmática y la tunicela-, que eran una especie de casullas con mangas, lo cual les facilitaba sus funciones. Sin embargo, se trataba de ornamentos festivos que simbolizaban el gozo y la inocencia y, por tanto, no eran apropiados para ser usados en tiempos penitenciales.
Es así entonces, que la casulla plegada se continuó usando durante la Cuaresma, el Adviento y, en general, en todos los días donde el color litúrgico era el morado.
Este antiquísimo uso que se remontaba a los primeros siglos del cristianismo, desapareció de la Semana Santa con la reforma de Pío XII en los ’50 y de todo el rito romano con la promulgación del misal de Juan XXIII en 1963.
Quienes deseen informarse con más detalle sobre el tema pueden visitar este sitio en francés o este otro en inglés.