El vaticanista Sandro Magister es leído por casi todo el mundo eclesiástico romano, en especial el vaticano. Este periodista puso el ojo hace poco sobre el sacerdote argentino Guillermo Marcó, que en Buenos Aires conocen bien pero aquí era ignoto. Por el artículo de Magister salieron a la luz las desopilantes reflexiones de Marcó respecto al discurso de Benedicto XVI sobre el Islam. Lógicamente provocaron el hazmerreír en los pasillos y oficinas intramuros vaticanos.
Este tópico llevó a que más de un eclesiástico comentara el pobre nivel y la falta de tino de los clérigos argentinos, en especial los cercanos al Papa Francisco. No faltaron las alusiones al arzobispo Fernández (il coccolato), a Karcher y a algunos que suelen aparecer con iniciativas curiosas. Sin embargo, no faltaron voces que hicieron justicia con otros clérigos argentinos que son bien reconocidos y apreciados en la Santa Sede por su servicio en el área académica o de gestión eclesial. Si bien éstos no aparecen en las crónicas de la Piqué ni hacen declaraciones estrambóticas, sin embargo, gozan de prestigio por su desempeño en las tareas que se les encomiendan aun a distancia. El mismo Papa los identifica muy bien, los recibe personalmente cuando vienen a Roma o cuando él los llama, pero no los hace jugar en el circo. Esto es muy importante porque Francisco dice mucho con sus gestos y con sus maneras de tratar, y de recibir o no, a las personas.
A propósito de trato papal: los curiales venían dolidos porque, por lo general, en las alocuciones del Papa sólo recibían amonestaciones. El reciente discurso a los jóvenes sacerdotes estudiantes del Colegio Argentino fue ocasión para que por dos veces Francisco insistiera en subrayar que en la Curia hay gente santa. Se trataba de un discurso a clérigos argentinos que pasan de dos a cinco años para estudios de licenciatura o doctorado. Ellos serán los profesores de seminario, los curiales, los referentes de planificación pastoral, y los obispos argentinos de los próximos años. Con toda intención el Papa quiso decirles que deben y pueden ser santos, que esas tareas eclesiales no son para corromper ni que sólo las ocupan malos curas. Quiso ponerles ejemplos a imitar en sus futuras encomiendas y, de paso, defender a la Curia de los prejuicios. Obviamente que esos párrafos corrieron rápido y fueron portadores de una caricia merecida para tantos buenos curiales.
En la Secretaría de Estado se mira con buenos ojos que el próximo embajador argentino sea un diplomático de carrera. Se considera que de esa manera la Embajada argentina ante la Santa Sede dejará de parecer un comitato di quartiere peronista (una unidad básica). Entonces, habrán menos desprolijidades, menos iniciativas anómalas y las relaciones serán más normales. Esto no significa que desaparezca la simpatía hacia el peronismo y sus representantes, que baja desde Santa Marta y es apropiada por los niveles inferiores. A este respecto fue muy notoria la frenada que tuvo que hacer un arzobispo del norte argentino, en estos días en Roma, cuando su entusiasmo por el nuevo gobierno macrista recibió el mismo frío que hace por aquí en estos días. Obviamente, de modo raudo se acogió al calor de buscar otros temas que fueran mejor compartidos.
Por diversas circunstancias, en este enero pasan por Roma varios obispos argentinos, pero no todos reciben el mismo trato en la cumbre. Es el lenguaje de los gestos. Algunos tienen asuntos pendientes: quien aprobó veloz e imprudentemente una congregación religiosa que ahora genera problemas; quien quiso obtener mejores resultados en una donación, pero salteó normas estatales; quien no logra armonizar con los otros prelados; quien cosecha el rechazo de su propio clero, etcétera. Pero, en general, se considera que casi ya no quedan casos que, por conocimiento previo de Francisco y especial valoración suya, vayan a ser objeto de remoción próxima. A lo sumo uno o dos casos más. De todas maneras, el panorama de la Conferencia Episcopal Argentina ya ha sido modificado por el actual papa en una fuerte proporción.
dall'ombra der Cuppolone
Corresponsal en el Vaticano