¡Tucho, Tucho! Me parece que esta vez se te fue la mano.
Tus empleados han empapelado la ciudad de Mendoza promocionando el nuevo colegio que pensás abrir en esa ciudad el año próximo y al que has bautizado "Para Francisco".
Todo tiene un límite, señor don Tucho. Uno puede afirmar que el cuello de la jirafa llega hasta las estrellas, o que una ballena llena el océano entero, y no hará más que mostrarse impetuoso en extremo con su animal favorito. Pero si empieza a felicitar a la jirafa por sus plumas, o a la ballena por la elegancia de sus piernas, nos enfrentamos a lo que los hombres llamamos "adulación". Y eso es lo que está pasando con vos.
Podés decir que el Papa es un buen tipo, que es cercano a la gente, que realmente le importa la fe católica, o cosas por el estilo, y te vamos a entender: mentís porque sos su paniaguado, pero ponerle su nombre a un colegio se inscribe ya en la más grotesca adulación.
Es como si le pusieras a una escuela de pilotos el nombre de "Vicky Xipolitakis" o a un club de rugby "Guido Suller". Lo más alejado que hay del conocimiento, la ciencia, la sabiduría, la educación y la cortesía, es decir, de todo lo que un colegio debe enseñar, es el Papa Francisco. Ni siquiera fue capaz de terminar su doctorado, aunque tuvo todo el tiempo y los medios de que dispone la Compañía. Si el único idioma que habla correctamente es el español y apenas se defiende en italiano. Si es un incompetente absoluto que, si la Iglesia fuera una multinacional como muchos creen que es, nunca habría pasado de mandadero.
Se te fue la mano Tucho. No podés ser tan adulador.