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Channel: Caminante Wanderer
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No juego más

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La desazón y la tristeza que nos embargaron a muchos argentinos el tenebroso 13 de marzo de 2013 cuando vimos aparecer en la loggia de San Pedro al “Papa del fin del mundo” se vieron mitigadas, en parte, por un consuelo: al menos, Bergoglio papa sería el freno que necesitaba Cristina Kirchner y su banda de forajidos que asolaban el país.
Pero pronto nos dimos cuenta que ni siquiera se nos daría ese consuelo. Los dos patanes arreglaron en pocos días: el gobierno cambió radicalmente de discurso en relación a Bergoglio y escondió su frondoso expediente judicial que, tarde o temprano, lo iba a llevar a juicio oral y, lo más seguro, a la cárcel, por complicidad en el secuestro y desaparición de religiosos izquierdistas durante el último gobierno militar. El nuevo Papa, en cambio, se pondría de parte del gobierno, apoyándolo frente a los embates cada vez más pronunciados que debía soportar.
Y así se hizo. El gobierno se hizo fanático del Vaticano y de su soberano, y el Papa Francisco no dejaba de repetir a cuanto argentino merodeaba por la plaza de San Pedro: “Cuiden a Cristina. Que llegue al término de su mandato”.
De ese modo, permitió que un gobierno tambaleante y dañino siguiera depredando el país y profundizando su ruina. Estoy convencido que, sin el explícito apoyo pontificio, los K hace rato que se habrían ido.
Pero como aconsejaba el Viejo Vizcacha, hay que hacerse amigo del juez. Y Bergoglio se ha dado cuenta de que los K están despidiéndose y que, quien los suceda, sea Macri –lo más probable- o sea Scioli, implicará un cambio notable en el país. “Y no es cuestión de quedar pegado con el que pierde”, piensa Bergoglio con impecable lógica jesuita.
Y así, tenemos que el pasado fin de semana, él mismo Romano Pontífice se despachó con una periodista mexicana asegurando que “había sido usado políticamente” por los medrantes políticos argentinos. En su ingenuidad, recién dos años después de los hechos, cayó en la cuenta…
Ayer, el eximio Mons. Karcher, aseguraba que al Papa le molesta mucho que lo califiquen de peronista y que se encuentra fastidiado por el uso político que se le han dado a sus fotografías con visitantes argentinos.
Hoy, el arzobispo Sánchez Sorondo, Presidente de la Pontificia Academia de Ciencias, afirma que el Papa se sorprendió –y da toda la impresión que de modo negativo- cuando fue visitado por la bullanguera mafia de La Cámpora. (Huelga decir que no era expresión de sorpresa y desagrado la que mostraba su rostro en la ocasión). Y, dice también, -y ciertamente está hablando por expresa instrucción de Bergoglio-, que ahora en el gobierno todos dicen que son amigos del Papa. Indirectamente, el mensaje es: El Papa no es amigo del gobierno y le molestan los muchachones desprolijos integrantes de La Cámpora.

Jesuitismo en estado puro. Bergoglio en su más refinada esencia. Traicionar y acomodarse a los vientos que soplan.
Pero no sé hasta dónde es consciente el Papa Francisco de lo que está haciendo: se está metiendo con gente tan malvada, o más, que él mismo, que no se detienen ante nada (y si no, pregúntenle a Nisman). No digo que los K. vayan a contratar al hijo de Alí Agca, pero pueden hacer algo peor: largar a los medios del mundo el “carpetazo” de Bergoglio, donde no sólo aparecerían sus antecedentes penales durante el gobierno militar, sino sus mentiras, manipulaciones y tejes y manejes de los años más recientes, y cientos, o miles, de escuchas telefónicas.

El narcicismo de Cristina se vería satisfecho: cual otro Nerón, produciría un nuevo incendio de Roma.

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