Elizabetta Piqué, la sinvergüenza corresponsal del diario La Nación publica hoy en el matutino una nota sobre el inicio del tercer año del pontificado de Francisco. Allí nos dice que el pontífice sigue fascinando y sorprendiendo a cientos de millones de personas de todas las confesiones e, incluso, a agnósticos y ateos.
A los católicos, claro que nos sorprende día a día. Nos sorprendió ayer cuando, al presentarle el bastón con el que la gran Santa Teresa se ayudaba a caminar en sus últimos años de vida, dijo “espontáneamente”: “¿Así que con esto caminaba la vieja?”. El pobre fraile que lo acompañaba salió a decir que esa expresión es signo de afecto en Argentina. Pues en Argentina, como en cualquier país de lengua castellana, esa expresión es una grosería. Es verdad que por estos lares, en lenguaje muy coloquial, un hijo puede referirse a su madre como “mi vieja”, y que también es propio de las clases menos educadas que los esposos se traten entre sí de “viejo” y “vieja”. Pero a ningún director de escuela se le ocurriría decir frente a sus alumnos la “vieja” para referirse a la Macacha Güemes o a Mariquita Sánchez de Thompson. Sería una muestra de grosería y ordinariez imperdonable.
Hoy mismo nos acaba de sorprender el papa Francisco cuando, a un periodista mexicano, le dijo que “a veces se ha sentido usado por los políticos argentinos”. ¿Alguien puede creerle este amague de candidez? ¿Alguien puede creer que fue sorprendido en su buena fe cuando se fotografió rodeado obscenamente por militantes de La Cámpora o por cuanto politicucho de quinta categoría que iba a Roma? ¿Es que pensó que el catatósfrico gobierno kirchenerista, que se mantiene en pie gracias a su apoyo, continuando de ese modo con la ruina del país, no lo iba a usar políticamente luego de las visitas presidenciales a Santa Marta?
Bergoglio es tan pícaro y sinvergüenza como lo es su agente de prensa, la impresentable Piqué. Su nota de hoy sobrepasa ya cualquier límite y es sorprendente que un diario pretendidamente serio como La Nación la haya publicado. La muy caradura basa buena parte de su escrito en las opiniones del vaticanista irlandés Gerard O’Connell que, por ejemplo, dice: “En un sector de la Iglesia Católica algunos piensan que entendieron todas las cuestiones y que tienen todas las respuestas y están cerrados a ver más allá. Para Francisco, esto es una falta de apertura al Espíritu Santo. Es un gran problema cambiar el corazón y la mentalidad de esta minoría, un gran desafío, porque hay no sólo obispos, sino muchos sacerdotes jóvenes que se formaron bajo estas estructuras de pensamiento, cerrados”.
La cuestión que el tal O´Connoll es un excura que se amancebó con la Piqué, y ahora la parejita vive en Roma medrando con su oficio de vaticanistas y operando para Francisco. Claro que no dicen que, por ejemplo, que la plaza de San Pedro, los días miércoles, día de audiencia pública del pontífice, se encuentra semi vacía como pudo verse recientemente en una foto publicada que tuvo escasísima difusión, cosa que jamás había sucedido.
En cualquier medio de prensa serio, si una periodista cita a su marido como una autoridad sin hacer el disclosure de su relación, la echan de una patada. Lo único que falta es que, en los próximos días, La Nación publique una nota que diga: "El entusiasmo con Francisco contagia a las generaciones. Dos niños que la semana pasada agitaban banderas durante el Angelus, Mikki O'Connell y Yamila O'Connell, dijeron a esta corresponsal que el Papa era lo mejor que les podría haber pasado, dado que sus padres tenían ahora trabajo e ingresos como nunca y les compraban todos los juguetes; en tanto, una anciana cercana a ellos, Eva Piqué, aseguraba que gracias a Francisco los mayores ahora podían visitar en Roma a sus familiares".
En definitiva, dos pícaros y sinvergüenzas.