por Eck
Los Pañales de Cristo
La virgen lava pañales
Y los tiende en el ropero
Los pajarillos cantando
Y el romero floreciendo
(Villancico popular español: Los peces beben en el río)
Una de las características de la cultura hispana de todos los tiempos ha sido el realismo y el personalismo hasta el límite de lo macabro, lo soez y lo obsceno. Ya lo podemos observar en el filósofo Séneca en sus Cartas y en sus obras de teatro pero, más aún, en el poeta satírico Marcial en sus Epigramas. Y, sin embargo, son capaces de tocar las cuerdas más humanas y entrañables del corazón humano, de vibrar y hacer vibrar el alma, del cor ad cor loquitur como pocos los pueden hacer.
Así, el procaz Marcial tiene uno de los poemas más hermosos, delicados y cálidos de la muchas veces tan gélida, inhumana e impersonal poesía antigua. Tan real y tan conmovedor al mismo tiempo es su elegía dedicado a una niñita muerta en su infancia. De repente, el poeta bilbilitano abandona su feroz carácter fustigador de todas las miserias humanas y, paso a paso, va depurando su arte hasta acabar con estos inimitables versos que dicen tanto con tan poco:
Mollia non rigidus caespes tegat ossa, nec illi,
Terra, gravis fueris: non fuit illa tibi.
“Que la no dura hierba proteja los blandos huesos
y que no le seas, oh Tierra, pesada: no lo fue ella contigo.”
Marcial, Epigrammata, libro V, epigramma XXXIV
Unas décadas antes apareció quien iba a cumplir este deseo del gran poeta hispano hasta lo insospechado e inconcebible pero de un manera tan real que podemos decir que la hierba protege y cubre los huesos que duermen como una manta hasta el Último Día y que la tierra no será tan pesada que impida la resurrección de los muertos. Y, definitivamente, la niña volverá a ser poco pesada sobre ella para siempre gracias a Aquél que lo fue en su infancia cumpliendo la esperanza apuntada por el vate hispano en su petición.
La Misa Hispana de Navidad
Pero quien lo iba a decir, de que este realismo hispano lo encontraríamos incluso en la liturgia que nuestros antepasados erigieron para mayor gloria de Dios, gloria de la Iglesia y bien de las personas. Y así, en una de las misas más importantes del año, la segunda tras la grande de Pascua Florida, entre imponentes comparaciones entre la Virgen María y la Iglesia, entre el Cristo Niño y el Cristo Resucitado, nos encontramos en la oración de Alia con esto:
Sic revera Emmanuel noster, nobiscum Deus. Digneris manere in nobis et pugnare pro nobis. Te enim pugnante nos vincimus. Solve nos, quaesumus, pannis putribus peccatorum, qui te pro peccatis nostris dignatus es putredine ligare pannorum. (…) et ita noverimus defectatam voluntatem et fidem habere firmissimam, ut jugiter enitamur auxilio tuo ad vitam pervenire perfectam.
José Janini, Liber missarum de Toledo, Tomo I, 1982, pg. 38-41
Así realmente Enmanuel, Dios con nosotros. Dígnate de permanecer entre nosotros y de luchar por nosotros. Pues, luchando Tú, nosotros vencemos. Líbranos, te pedimos, de los pañales pútridos de los pecadores, tu que te dignaste a estar ligado a la podredumbre de los pañales. (…) y así conozcamos nuestra voluntad defecada y tengamos una fe firmísima, para que así nos esforcemos con tu auxilio a llegar a la vida perfecta.
Tanto le debió gustar la idea de los pañales a los liturgos hispanos de la Navidad que la vuelven a reiterar en una de las tres Bendiciones tradicionales hispanas paragonándola con la asunción por Cristo de la humanidad dañada del pecado con el revestimiento de gloria por los salvados:
Et qui infantiam sumens humanitatis vilibus indutus est pannis, celestium virtutum vos vestiat indumentis.
Y quien asumiendo la niñez se vistió con los viles pañales de la humanidad, os vista con los trajes de las virtudes celestes.
¿Cuántas madres no se identificarían esa noche con María la Virgen al oír los pañales del Salvador al contemplar su propia vida?¿Cuántas nos llevarían a sus hijos en brazos esa noche? ¿Cuántas no lavaban con sus propias manos esos pañales y les cambiarían al niño cada noche? ¿Cómo no ver en ellos la humanidad y la humildad de Cristo, que asumió nuestra naturaleza, de verdad, con todas sus servidumbres, sin ahorrarse nada, hasta el fondo?
La kenósis del Salvador
Así que Nuestro Señor no sólo padeció huesos ablandados por los azotes y que sintió el peso de la muerte y la tumba sino que también conoció los pañales, usados y que la Virgen María tuvo que lavar con sus propias manos en agua fría, con una tabla y entre las rocas como cualquier madre de antaño, como nos recuerda ese villancico español tan conocido.
Otra vez identifica el genio hispano lo realista con lo profundo.
Porque podemos reflexionar sobre el hecho de que esta liturgia navideña se abaje hasta considerar los lienzos de la infancia y no sólo los de la Pasión de Nuestro Señor, tan gloriosos unos como otros y tan necesarios para nuestra salvación ambos. Sin embargo, estamos muy acostumbrados a pensar en las heridas en la batalla como galardones, como gloriosas. Los políticos romanos ya mostraban orgullosamente en sus campañas políticas las cicatrices de combate para que les votasen en las elecciones y no se equivocaban. Todos los pueblos, grandes y chicos, llevan la épica en la sangre y la cantan en poemas, libros, teatro y películas. Y no está tan desparejado el culto a los héroes y el de los mártires en su imagen exterior y en los sufrimientos. Sólo difieren en el espíritu y en la finalidad.
Pero ¿quién ha oido hablar de los pañales de Cesar?¿Quién ha meditado sobre el chupete de Alejandro?¿Quién concibe al general Patton con un sonajero normal? En la mitología antigua sólo se hablaba de cunas y bebes cuando era Hércules matando a las víboras, Mercurio robando las vacas o por sucesos maravillosos en personajes encumbrados como las abejas poniendo miel en la boca, águilas volando, lobas amamantando bajo una higuera o cosas semejas, anuncios del porvenir glorioso otorgado por los Cielos a sus elegidos.
En cambio, la liturgia hispana fija la mirada en unos humildes pañales usados, que no olían a agua de rosas precisamente ni hacían milagros estupendos, y hasta el limite del mal gusto y casi la ofensa llega con ese adjetivo aludido a la voluntad, defecatam, tan gráfico y sonoro, y que no necesita traducción... Dios Todopoderoso, Creador del Cielo y la Tierra, Luz de Luz, por quien todo fue hecho, Verbo del Eterno Padre, proclamará el Credo en esa misma misa que habla de sus pañales, de su humanidad asumida totalmente hasta nacer como un niño desvalido, que necesita de teta y al que hay que cambiarle los pañales y lavarlos porque los usa como todos los demás los hemos usado desde lo comienzos del mundo.
Menos en el pecado, Jesucristo, Dios, era verdadero hombre y la misa de Navidad hispana nos lo viene a recordar con admirable realismo y maestría, sin engaños ni subterfugios de gusto doceta o edulcorados. Unos pañales usados ¿Qué mejor muestra de humanidad?
La humanidad del Salvador: Oh admirabilem commercium!
Por nosotros, los hombres, y por nuestra salvación bajó del cielo y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre…, continua la Profesión de Fe. Admirable bondad de Áquel que se humanizó, se hizo hombre, para divinizarnos, para que viviésemos la vida divina. Se hizo hijo del hombre en la Virgen María para hacernos hijos del Eterno Padre. Desde el Inicio nos creo para ser coparticipes de su gloria junto a los ángeles, el universo y toda criatura. Pero sobrepujó en su caridad y en su humanidad Áquel que no sólo se encarnó para darnos a Él mismo sino que se hizo siervo para liberarnos, que murió para darnos vida, que se hizo pecado sin serlo para que fuésemos santos a causa de nuestra Caída. Admirable intercambio de Nuestro Señor, que tomó la humanidad en su divinidad para divinizarnos en nuestra humanidad, que tomó nuestra Nada para darnos Todo. El más Alto paso a ser el más bajo, esclavo, desvalido, gusano para elevarnos a las Alturas. El que tiene el Cosmos como escabel a ser el más débil, el Todopodoroso a ser el más impotente. El que es eterno a asumir la muerte para que los mortales se recubran de inmortalidad. Admirable intercambio de unos pañales usados por las prendas de la gloria, el que se resvistió de rudo lino y esparto para vestirnos de luz y santidad.
Conclusión
Todo esto es lo que nos quieren recordar con sumo realismo, humanidad y profundidad hispanos nuestros antepasados a través de estos admirables textos litúrgicos sobre la humanidad del Salvador en una de las noches más importantes del año. Nos recuerda el precio y la verdad de su encarnación, de hasta qué profundidad se sacrificó por nosotros y nuestra salvación, de que proclama que Jesucristo es verdadero Dios y verdadero Hombre a la vez sin rebajas, ni confusión hasta el escándalo, sin florituras, ni máscaras ni silencios. Gran verdad olvidada: el Verbo se hizo hombre en todo, menos en pecado, hasta usar de unos simple y humildes pañales por todos los hombres y su salvación.
Y, sobre todo, nos recuerda que real es todo esto. Y así como dentro del crudo realismo hasta lo soez del poeta Marcial brotó uno de las más bellas y delicadas composiciones poéticas donde aletea una leve esperanza y vislumbre del porvenir de la resurrección, la misa de Navidad mozárabe lo confirma con igual realismo al afirmar la encarnación del Altísimo con tanto verismo y determinación con nombrar unos humildes pañales..
Dios usó pañales para que la niña vuelva a pisar ligeramente la tierra bajo sus pies para siempre.
Esta es la gran verdad de la Navidad.