He aquí que el Esposo viene a medianoche.
Bienaventurado el siervo a quien encuentre vigilante,
Pero aquél al que encuentre distraído no será digno de Él.
Cuidado, pues, alma mía, y no caigas en el sueño profundo,
no sea que te entregues a la muerte, y que seas excluida del Reino.
Despiértate gritando: ¡Santo, Santo, Santo, eres Tú, oh Dios nuestro!