por Eck
El pontificado de Francisco está siendo una dura prueba para la Iglesia. Si esta sobrevive, no como cáscara corrupta de una institución religiosa evaporada sino como realidad de la fe en Cristo, tendremos una prueba más de su origen divino. Sabemos por el mismo Jesucristo que las puertas del Hades no prevalecerán y nos avisó de que estas cosas sucederían pero ¡qué duro es vivirlo! Es el mayor veneno de este pontificado, que va eliminando la Fe y la Confianza en Dios depositada en su Iglesia poco a poco, como una gota malaya. Es la mediocridad, la hipocresía; es la burla. Dura, fuerte, terrible lección la del Hacedor, como su tremendo sermón del Pan bajado del Cielo, que espantó a sus oyentes e hizo dudar a los discípulos hasta tal punto que les pudo preguntar el Salvador: ¿También vosotros os queréis ir? Ahora se nos vuelve a hace esta pregunta a través de una Iglesia prostituida y violada en las manos de Francisco y su chucho, el archipedante ignorante, el orate teologizante Tucho. Pero fue san Pedro quien nos dio la respuesta: “Señor, ¿a quién iríamos? Tú tienes palabras de vida eterna” (Jn. VI, 68). ¡Señor, despierta que perecemos!
Es en este apóstol en quien nos tenemos que fijar porque nos adelanta hasta qué simas puede caer el pontificado y hasta qué punto puede prostituirse una institución divina dejada en manos de los hombres. Inmediatamente después de la Confesión de Simón Bar Jonás, el cimiento de toda la Fe, y la Declaración de la Piedra, nuestro Señor le llamó Satanás a su propio vicario por querer bendecir la abdicación de su misión. Le escandalizó y le ordenó tajantemente apartarse de Él. Empezó bien el Príncipe de los Apóstoles, luego continuado por las negaciones en el atrio de Caifás —"no conozco la doctrina católica"—, y por el incidente de Antioquía, ambigüedad y engañifa para conchabarse con el mundo bendiciendo como salvadores los rituales periclitados. Francisco sigue a su antecesor en lo malo pero no en su fidelidad a Cristo, no en su amor ardiente y humano, demasiado humano, de ese Sancho Panza a lo divino que se veía gobernador civil de Israel pero que se iba impregnando del quijotismo divino del Maestro hasta tal punto de no abandonarle ni cuando no entendía sus caminos, de reconocer humildemente sus errores, ordenar que se escribieran para enseñanza de toda la Iglesia y de dar su vida por Él en la cruz. Pero es que san Pedro amaba a Jesucristo y Francisco no se ama ni a sí mismo, pues nadie no se prestaría a este timo degradante.
Francisco, purga de Dios
Dice la Escritura que los padres comen agraces y los hijos sufren dentera. Ahora nosotros sufrimos la dentera de unos padres muy conciliares que comieron los agraces del ultramontanismo y del modernismo en sendos concilios y de todo el sarmiento de siglos de Devotio moderna y exageraciones en los terrenos de la fe. Pero ¿qué esperábamos? ¿que el olmo diera peras o que Francisco tuviera grandeza? Dios no consiente ni la mínima transgresión en el orden de la verdad ni de la caridad, aunque sea por el bien de muchos o sea muy útil en un momento dado. ¿No fulminó a Ozá por tocar su santa Arca para evitar que se cayera (II Samuel, VI, 6-7)?
Como en las fábulas de las ranas que pedían rey, la Iglesia de los siglos XIX y XX pedía a gritos un Papa como Francisco.
¿No querían un pontífice absoluto, un rey omnipotente cuya voluntad fuera ley? Entonces, ¿por qué nos quejamos de sus destituciones de obispos y de sus nombramientos de nulidades a dedo? ¿Acaso no es su voluntad soberana? Ahí tenemos a Francisco. Qué mayor prueba de obediencia absoluta que obedecer órdenes tiránicas y locas, irracionales y perjudiciales.
¿No querían un pontífice cuyas opiniones fueran magisterio y cuyas ocurrencias fueran doctrina de la fe? ¿No querían un gurú al que confiar su cabeza y así evitar la funesta manía de pensar? Ahí tenemos a Francisco y su jamelgo Tucho. Qué mayor prueba de obediencia tienen que obligarse a pensar en las chorradas y tonterías como venidas de Dios.
¿No querían un pontífice como oráculo de Dios en vez del humilde confirmador de la fe, un Amo en vez de un servidor de la Palabra divina? Ahí tienen a Francisco. Qué mayor prueba tienen de obediencia que creer no ya contra toda esperanza sino en contra de la Fe.
Finalmente, qué mayor prueba de ultramontanismo hay que un Papa tan absoluto, tan absoluto que puede cambiar la Revelación, enfrentarse a la Ley Natural y destruir a la Iglesia a su voluntad y placer.
Dios no se queda con nada y es temible cuando no concede lo que le pedimos pero es aún más terrible cuando lo hace. La Iglesia pidió a gritos un Francisco a Dios y Éste lo concedió para nuestro castigo y corrección, tal como advirtió Samuel al pueblo cuando pedían un rey. De Dios nadie se ríe y el Altísimo se ríe desde lo alto. Dios se ríe del ultramontanismo y del modernismo. El resultado de esa risa es Francisco, el ricino, la gran purga de Dios.
El indientrismo de Francisco
Una de las frases más conocidas de Carlos Marx es la de que la historia se repite dos veces, la primera como tragedia y la segunda como farsa. En el caso del pontífice Bergoglio, éste es la suma de todas las farsas. Tanto dar la matraca con el regreso al pasado, su pontificado en un auténtico compendio del pasado; toda una enciclopedia. Es una máquina del tiempo de todas las rémoras y antiguallas fenecidas tiempo ha. Es un retroceso por fascículos mensuales a las etapas más negras de la Iglesia.
No quiso ser un papa del renacimiento pero ha convertido su corte en una pocilga de todos los vicios, digna de los Borgias y Medicis, y aún peor porque no tiene la belleza que supieron crear antaño. Donde pisaron Cesar Borgia, Julio II o Clemente hoy lo hacen los Zanchettas, Parolines y maccarristas, bufones y criaturas de su amo. Donde se organizaban fiestas y convites inmorales entre maravillosos frescos, hoy se celebran orgías con putas, cocaina y gigolós hozando entre la mugre.
No quiso ser un papa con todas las galas de la realeza. Nada de sedarios ni mucetas; nada de vivir en palacios. Se aleja como de la peste de cualquier sombra de pompa y circunstancia y ni puede ver los encajes, muarés ni dorados. Sin embargo, su absolutismo y tiranía no tiene nada que envidiar a Enrique VIII y como éste liquidaba esposas, Jorge Mario se carga favoritos. Hoy son los obispos sus sayones y verdugos a los que alza y abaja a su albedrío. Pocos vivos quedaban contemporáneos que hubiesen vivido la destitución de un cardenal, y para encontrar a un coetaneo de un cardenal condenado habría que irse a las huesas antiguas para buscar mohosos cráneos. Si no fuera por los tiempos, hasta habríamos visto la figura roja del maestro Tita cruzar el Tiber para el engorroso trabajo de pasaportar a un enemigo del Papa como Burke. Hoy, el cadalso se llama Visita Apostólica, no mata cuerpos pero sí vidas y honras. Su terror y paranoia en toda la Iglesia es digno de la Rusia estaliniana. Ahí tenemos la vergüenza del juicio de Becciu, digno de los procesos de Moscú.
En Roma no se habían visto celebraciones paganas de tal calibre desde Teodosio y aquelarres papales desde Juan XII; hoy hemos visto con estupor el culto a la Pachamama, corros de la pata sacrílegos en los jardines vaticanos y otras ceremonia ecumaniacas. ¡Qué podemos decir de ese revival sesentero que nos tortura desde que sus posaderas se sentaron en el trono petrino! Y por no hablar de su prostitución con los poderes del mundo con su adopción de la Agenda 2030.
La lista es todavía más larga, desde el intento de supresión de un rito por sus gónadas pontificales con su Traditiones Custodes, hasta su supresión paulatina del Opus Dei, como en los buenos siglos XII Y XIII. Por no hablar de la atención dada al cuerpo de su predecesor, tratado como una bolsa de basura y que tanto nos recordó al papa Formoso y el Concilio Cadevérico. En los siglos XVI y XVII se llamaba misericordia al puñal con el que se remataba al enemigo; hoy esa palabra recupera en todo su esplendor este significado para despachar a los eclesiásticos y algún laico, Gaztelueta, que caen bajo la ira papal de Francisco. Y en este caso de Gaztelueta volvemos a la plena Edad Media cuando la jerarquía eclesiástica juzgaba a los laicos. Todo modernidad y buen rollo como se puede ver.
Pero quedaba la guinda del pastel. Una tentación tan fuerte que para librarse tuvo que caer en ella: la de ser un nuevo Honorio pero a su manera y con su sello: berreteando.
El Honorio berreta: El Francistucho
La sombra de Honorio siempre sobrevoló la Roma ultramontana. Era el gran mentís a las pretensiones absolutistas y a las demasías magisteriales sobre la Escritura y la Tradición. De Maistre negaba su caída; otros se olvidaron culpablemente de él; Veuillot lo aceptaba en la teoría pero lo excluía en la práctica, pero el papa Honorio siempre fue un aviso muy recio del Cielo para mantener el papado dentro de los límites en los que le encerró el Salvador cuando estuvo en la Tierra, y un ejemplo de humildad para sus sucesores a fin de que fueran servidores de la Verdad, sus guardianes y custodios pero no sus amos y dueños.
El caso del papa Honorio es triste porque este fue un papa apreciado en su tiempo, constructor y restaurador en lo que se podía en la Roma del siglo VII y con cierta fama de santidad incluso. Todavía podemos ver su retrato melancólico, como si intuyera el porvenir, en un mosaico de Santa Inés Extramuros. Su actuación en la herejía monotelista le condenó ante la posteridad. Engañado por el patriarca Sergio de Constantinopla o por amor a la paz y la unidad por encima de la justicia y la verdad, no solo no condenó la herejía sino que en unas cartas ambiguas favorecía el mal al declarar que esta herejía no podía ser considerada herética. Dicho de otro modo, que se podía ser católico y confesar que solo había una voluntad en Cristo, la divina, con lo que su humanidad quedaba manca. Fue anatemizado con justicia por el VI Concilio Ecuménico de Constantinopla y por los dos siguientes.
Hoy Francisco y su Tucho lamebotas han repetido la jugada con su Fiducia supplicans, una estafa y engañifa para aceptar la impudicia de tal calibre que quedará en los anales de la Iglesia. En favor de Honorio está que la cuestión discutida en sus tiempos era difícil, sutil y, para los latinos, lejanas. Una comedura de cabeza de los griegos, que tienen la manía de indagar en misterios donde no deben. “Les mando una carta ambigua para librarme de este papelón y que allá se las compongan. Yo me lavo las manos”. Esto debió pensar el papa en medio de los líos entre el exarcado de Ravena, los lombardos y la nobleza romana.
Francistucho, quimera horripilante y mezcla de cuanta mediocridad haya sin grandeza alguna, debió pensar lo mismo: una chuche para alemanes y los padres mastines S.J. de la sarasada pero, pillos ellos, de tal forma que no se les revolviera el gallinero conservador: una bendición no hace daño a nadie y todos contentos. Amén Jesús. Bien envuelta por los delicados pensamientos teológicos francituchescos, oro molido del santo Tomás de Aquino redivivo para envolver la píldora. Con la modorra no pían. Cráneos privilegiados. Berretismo puro.
Por supuesto, se montó la mundial. Lo que era una cuestión de alta teología medieval que confunde al más pintado y qué el pueblo ni se olió, en esta ocasión es digna del catecismo de párvulos y la parejita vestidita de marineros bien visible en la Iglesia con la parasuegra incluida. Esperamos un nuevo bendicional alitúrgico de atropófagos, mafiosos, de pederastas, esclavistas, bestialistas o de la cruz del Kukusklan. Sed realistas, pedid bendiciones imposibles. Y como no hay boda sin la tía Juana y Fernández es la claridad personificada, ya ha salido ha clarificar su clarificadora clarificación a las claras dudas del orbe y la tomadura de pelo ha llegado a niveles siderales cuando no cosmológicos:«No se bendice la unión pero sí la pareja». Abrió la boca el buey besuqueador y se oyó el mugido por todo el mundo. Esto es tomarnos a todos por Giles y no el Romano... Con este pavo de pacificador, una riña de bar deviene en la Tercera Guerra Mundial. Hasta el Maligno debe estar alucinando en colores en las zahurdas infernales, miles de años de trampas y engaños sutilísimos para que un par de memos se carguen la moral de la Iglesia con semejante piltrafa. Tanta inversión en Arrios, Berengarios, Nestorios, Luteros, Rahner y hasta el orate pedante de Chardón para esto. Debería haber inventao antes a Francistucho, destruccion de almas asegurada.
Sólo le queda a Francisco un último gustazo antañón. Desgraciadamente para él, tiene que criar malvas o cardos en Santa María la Mayor: la de ser anatemizado por todo un señor Concilio Ecuménico, por lo que no lo podrá ver en esta tierra. Esperemos que lo haga en el purgatorio y esperemos que lo haga un futuro Concilio.