Un benemérito y culto sacerdote argentino servía a la Santa Sede en uno de sus organismos desde hacía mucho tiempo. En el año 2001 llegó a Roma el cardenal Jorge Bergoglio a fin de participar en el Sínodo sobre la Familia. Apenas arribado, se puso en contacto con este sacerdote y le pidió que le preparara para el día siguiente algún texto con el cual guiarse para preparar su intervención. El sacerdote, que trabajaba justamente en la Secretaría del Sínodo, escribió rápidamente algunas ideas sobre lo que no era su tema y su competencia puesto que él era un burócrata y un académico que residía desde hacía años en Roma. Y así, al día siguiente, entregó las notas a Su Eminencia. Para su desmayo y consternación, escuchó algunos días después que el cardenal Bergoglio, en medio del sínodo, leía con su voz de ancianito sabio y piadoso, exactamente lo que él había escrito a mano alzada. Se dice que esta fue la presentación de Bergoglio frente a sus colegas del Sacro Colegio y que todos los purpurados quedaron impactados por la humildad y mansedumbre del santito arzobispo porteño. Fue allí que nacieron sus chances de convertirse primero en sucesor de Juan Pablo II y luego, para nuestra desgracia, en sucesor efectivo de Benedicto XVI. El sacerdote sigue viviendo en Roma y fue nombrado el año pasado canónigo de la basílica de San Pedro.
Esta anécdota, que algunos conocíamos desde hace mucho tiempo, fue luego publicada en una entrevista a Henry Sire, el autor de El Papa dictador. Y la traigo a colación porque marca una de las características del Papa Francisco: su pereza o incapacidad para escribir. Y aunque en su pontificado nos hemos visto inundados de documentos, cartas, discursos y homilías, creo que ya resulta bastante claro que su ghost writer o amanuense en las sombras es Tucho Fernández, elevado a la púrpura cardenalicia como premio a sus parrafadas. Un conocedor de análisis de texto o de crítica literaria podría fácilmente certificar el curioso hecho de que el estilo de las emanaciones bergoglianas —sean exhortaciones, encíclicas o cartas— es idéntico a los múltiples escritos del cardenal prefecto Víctor Fernández desde que era simple sacerdote en Buenos Aires. Pero lo más curioso de todo es que ninguno de los dos protagonistas tiene la más mínima vergüenza de lo que hacen y, consecuentemente, no se preocupan por esconder la trapisonda.
La situación está generando gravísimos problemas. Tucho, que está chocho con su nuevo cargo y que, según se comenta, gusta de pasearse vestido de púrpura por los cuidados senderos del jardín del Colegio Teutónico [algunos dicen que se junta a tomar el té y a hablar de pasiones comunes con Mons. Hans-Peter Fischer, rector del colegio y auditor de la Rota. ¡Qué gente mala!], no escatima tiempo en escribir documentos y respuestas a dubia que llegan de todo el mundo y que luego lleva para la firma de su mentor Francisco. Y al escribir tanto, su plumaje se está notando con mucha facilidad y rapidez.
Ayer mismo, el imprescindible informe diario de Specola nos avisaba que el sitio web croata Vjera i djela revelaba en un artículo un detalle inquietante. "Basta con descargar el PDF [del documento en el que se autoriza los trans a ser padrinos de bautismo] a tu ordenador y hacer clic en la firma al final, y verás que es una imagen mal escaneada y recortada, simplemente pegada sobre el texto escrito en Word, y no un documento que el Papa realmente firmó". Fernández, al parecer, no sólo escribe con total autonomía todo lo que quiere, sino que ahora también inaugura el método de copiar las firmas del Papa, "aún no se sabe si la firma del Papa fue insertada en algo más que aprobó ese día, o si la Respuesta fue completamente falsificada, tal vez sin el conocimiento del Papa". Podemos pensar que el Papa Francisco está sustancialmente de acuerdo con lo que escribió Fernández, pero es, al menos, una cuestión de decencia, con innegables implicaciones legales. ¿De qué otro documento del 31 de octubre de 2023 se escaneó la firma del Papa y Fernández? ¿Esta es otra versión de las respuestas a Mons. Negri o un documento completamente diferente? ¿Por qué se realizó esta operación? ¿Quién lo ordenó y quién lo sabía? Desde que Tucho fue colocado a la cabeza de Doctrina de la Fe, los documentos transcritos y traducidos a diferentes idiomas nunca aparecen en el sitio web del Dicasterio, como es habitual, sino sólo las versiones en PDF de los archivos Word anteriores. ¿Por qué razón? A partir del 1 de julio de 2023 los documentos del Dicasterio ya no tienen encabezamiento, ni escudo oficial, ni número de protocolo, ni otras referencias oficiales habituales, sino que son normalmente textos que no difieren de cualquier carta privada, salvo la firma final del Papa y del Prefecto. Ha desaparecido la referencia a una posible Sesión Ordinaria o Plenaria del Dicasterio con fecha respectiva, así como la firma conjunta del Prefecto y el Secretario, elementos que hacen pensar que Tucho actúa prácticamente solo, sin consultar en absoluto con los miembros de su dependencia, altamente formados todos ellos en teología y con muchos años de oficio. Ha desaparecido el habitual "Dado en Roma, en la Sede del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, el dd/mm/aa, Memorial/Fiesta/Solemnidad de NN". No menos llamativo es el creciente número de errores en la respuesta al Cardenal Duka: “Giovani Paolo II” en la nota 4 y “Benetdetto XVI”, Amoris laetitia en cursiva, Mitis iudex normal; criterios de notas no uniformes; comillas que se abren, pero no se cierran. En fin, un desastre muy propio de las limitaciones que todos conocemos en el cardenal prefecto. Lo bueno es que todas estas desprolijidades, por decir lo menos, facilitarán la tarea del próximo pontífice que tendría, si quisiera, la excusa perfecta para declarar nulos todos los documentos emanados con la firma de Víctor Fernández.
La filósofa italiana Luisella Scrosati, por otro lado, acaba de publicar un interesante artículo analizando lo que llama “el estilo Fernández” y que posee como característica principal la de violentar el sentido de las citas y referencias que utiliza en los documentos. Por ejemplo, apoyando la autoridad de su escrito en el magisterio de los dos pontífices anteriores, les hace decir exactamente lo contrario a lo que ellos dijeron. Esto puede encontrarse en muchos de sus escritos, o en los del Bergoglio, que la mayor parte de las veces son escritos por él. ¿Por qué lo hace? Se me ocurren tres posibilidades: porque cree que la gente es estúpida y no se dará cuenta; o porque él es estúpido y no se da cuenta ni interpreta correctamente lo que está leyendo, o porque es un tunante que no tiene reparo alguno en mentir para dañar la fe. Esta última es la opción que elige Scrosati quien asegura que recurre a este método ilícito e inválido sencillamente por el hecho de que lo que está autorizando o enseñando Fernández no tiene ninguna base en el magisterio o en la doctrina de la Iglesia. Por lo tanto, la fragua.
Y señala también otro hecho que es muy notorio y al que hemos hecho referencia en otras ocasiones en este blog: los documentos de Francisco, sobre todo los últimos, sólo citan el magisterio del Papa Francisco. Es decir, no hay referencias al magisterio anterior. El caso más notable es el motu proprio con los nuevos estatutos de la Pontificia Academia de Teología —texto indudablemente redactado por el cardenal Fernández— en el que, además de desnaturalizar la teología convirtiéndola en mera reflexión a partir de la práctica pastoral, no contiene ninguna cita que no sea del mismo pontífice reinante. Se trata de una suerte de refundación de la Iglesia, no ya a partir del Vaticano II, sino a partir del pontificado de Francisco bajo la inspiración de Tucho Fernández. Una situación grotesca que ni Castellani habría sido capaz de imaginar.
Pero la situación es más bochornosa aún. En un artículo del 12 de noviembre aparecido en un diario italiano y reportado por Missa in Latino, se pone en evidencia las enormes contradicciones que los documentos emanados en las últimas semanas por el dicasterio de Doctrina de la Fe tienen con los documentos publicados por ese mismo dicasterio hace poco años. Y, además, muestra la manipulación que se quiere llevar adelante con respecto a la doctrina católica. Por ejemplo, se presenta como una novedad que los homosexuales puedan ser padrinos de bautismo, pero lo cierto es que nunca lo tuvieron prohibido: cuando los padres solicitan el bautismo para sus hijos nunca se les pregunta la orientación sexual de los padrinos. Las condiciones que sí deben asegurarse, según los dispone el CIC, es que sean católicos, que hayan recibido la confirmación y la comunión y que lleven una conducta de vida conforme a la fe. Por tanto, nadie que viva en pareja more uxorio, sin importar el sexo de la misma, puede ser padrino de bautismo. En el artículo se transcriben los textos emitidos por Doctrina de la Fe hace algunos años que contradicen el nuevo magisterio de Tucho.
Y para agregar más bochorno a lo ya bochornoso en demasía, hemos caído en la cuenta de un hecho impensado: la exhortación apostólica Evangelii gaudium plagia —porque lo hace sin entrecomillar— una larga parrafada de un discurso [puede leerse en la p. 16] de cuarta categoría que pronunció en 2011 el entonces padre Víctor Fernández, flamante rector de la Universidad Católica Argentina en unas intrascendentes jornadas realizadas en el una ciudad de provincia. Ese discurso pobre y circunstancias ha venido a ser parte del magisterio ordinario de la Iglesia. Y Tucho, verdadero autor de Evangelii gaudium, no se sonroja en autoreferenciarse con la nota 207.
Las encíclicas y exhortaciones apostólicas, así como otros documentos pontificios, estaban siempre fundamentados en citas y referencias a las obras de los grandes Padres y Doctores de la Iglesia, y apoyados en el magisterio de concilios y Papas. En el pontificado de Francisco, su enseñanza magisterial se referencia en su propia enseñanza magisterial y en los escritos de un oscuro y limitado teólogo como es el cardenal Víctor Fernández, que se auto-ubica de ese modo en el puesto de las grandes lumbreras de la Iglesia.
Una vez más, una situación grotesca. Como hemos dicho en otras ocasiones, la literatura apocalíptica de los últimos mil quinientos años pronostica una Iglesia que se autodisuelve y que se convierte en la principal perseguidora de sus hijos fieles. Y todos imaginamos que a la cabeza de tal plan se ubicaría un hombre venido del norte, brillante y de inteligencia descollante, capaz de obnubilar a multitudes por su agudeza y la belleza y prestancia de su físico masculino. Pues no. Tenemos a Tucho.