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El fracaso de Traditionis Custodes

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Misa de ordenaciones sacerdotales de la FSSP, 11 de junio de 2023.

Una certeza recorre los medios de comunicación católicos ya no sólo tradicionalistas: Traditionis custodes ha fracasado, y el último tentativo realizado por los ideólogos setentistas para detener la proliferación de la misa tradicional, sobre todo entre los jóvenes, se ha revelado inútil. Esta afirmación no es un enunciado voluntarista; es la constatación de hechos que puede realizar cualquier persona con honestidad intelectual. La Croix es un diario católico francés, órgano oficioso de la Conferencia Episcopal de ese país y para nada sospechoso de ser tradicionalista. Allí escribía hace pocos días Jean Bernard: «La pregunta ya no es si el misal de 1969 reemplazará definitivamente la Misa tradicional o cuándo lo hará. Como lo confirman claramente los resultados de la encuesta encargada por La Croix sobre las orientaciones de los jóvenes católicos en Francia, no sólo no desaparecerá la Misa tradicional, sino que todo hace pensar que seguirá creciendo, no sólo en términos absolutos sino sobre todo en términos relativos, dado el desgaste progresivo de algunas parroquias de rito ordinario».

Y esto que se observa en Francia de un modo magnificado, ocurre también en el resto del mundo. Hablamos hace pocos días sobre las peregrinaciones Nuestra Señora de la Cristiandad en España y Argentina. Y hay diócesis —conozco una en concreto— que antes de Traditionis custodes tenía sólo una misa dominical en rito tradicional. En la actualidad, tiene cinco, algunas de ellas diarias. Y a estos datos debe sumarse otro no menor, y es el aumento exponencial que ha tenido la asistencia a las misas celebradas por la FSSPX, presente en muchos lugares donde el clero diocesano es tan malo que aún insiste en las iniciativas fracasadas que llegaron en la época de la tan mentada “primavera de la Iglesia”.

E insisto una vez más: la constatación del fracaso de Traditionis custodes no es el anhelo de los tradicionalistas. El mismo papa Francisco, que suele tener buen olfato político, es consciente de esta situación. Recordemos que hacia fines del año pasado se levantó un fuerte rumor según el cual el dicasterio del Culto Divino tenía ya listo un documento restringiendo aún más las posibilidades de celebrar la misa tradicional destinado, sobre todo, a ahogar a los ex-institutos Ecclesia Dei. Más aún, se hablaba de una constitución apostólica que daría forma a estas prohibiciones. El 21 de febrero el Santo Padre recibió en audiencia al cardenal Arthur Roche que se presentó justamente, con el objetivo de lograr la firma para su constitución anti-tradicionalista. Salió con apenas un rescripto en la que se le daba lo que ya tenía. En este blog, comentamos la noticia, y a cuatro meses del hecho, el pontífice no avaló ninguna otra medida restrictiva a la liturgia tradicional no por el hecho de que tenga algún tipo de aprecio por ella, sino porque no quiere quedar expuesto a otro fracaso, y consecuente, al debilitamiento de su autoridad.

Frente a esta constatación, surgen tres preguntas. Y la primera de ellas: ¿por qué fracasó? Porque lo vital, la espiritualidad genuina, la energía de la fe no puede detenerse a golpes de motu proprio o de rescriptos. Han sido sobre todo los más jóvenes quienes han desafiado inconscientemente las disposiciones pontificias, y los obispos no tienen fuerza para oponerse a ellos. Y no la tienen, sencillamente, porque no puede despreciar a miles de fieles sanos y sinceros cuando sus parroquias y congregaciones religiosas han entrado ya en la agonía que precede a la muerte. Así como sería inútil que el papa de Roma, con toda su autoridad, estableciera que las manzanas, en vez de caer del manzano cuando están maduras, lo hicieran cuando están verdes, o que el Quijote, en vez de enamorarse de Dulcinea del Toboso lo hiciera de Sancho Panza para estar acorde a la diversidad de los tiempos, nada de esto sucedería. Y además de la razón metafísica de la inutilidad del voluntarismo frente a la energía vital, no podemos soslayar el hecho de que —¡bendito sea Dios!—, el mismo papa Francisco se encargó de minar la autoridad pontificia que tan sobredimensionada estaba desde el siglo XIX.

La segunda pregunta es por qué fue un error político la promulgación de Traditionis custodes. En primer lugar, porque mientras Summorum Pontificum permitía a los obispos un cierto control de daño que pudiera ocasionar la liturgia tradicional, al prohibirla e intentar ahogarla, escapó totalmente a su control. Usaré un ejemplo que reconozco que es desagradable pero es claro. Históricamente, las sociedades cristianas toleraban la prostitución. Los Reyes Católicos, para apaciguar a sus súbditos, animaron a las autoridades civiles y eclesiásticas a crear mancebías municipales, y se ejerció un control de la prostitución, con revisiones médicas que evitaran enfermedades y se crearon impuestos como la “renta de la mancebía” o “renta de la putería:  “Puesto que no pueden luchar contra lo inevitable, las autoridades o sus delegados asumirán las tareas de organización y control de los burdeles de las ciudades y de sus moradores”, determinaron los monarcas. De esa manera, el daño que podía producir algo indeseable pero inevitable, se controlaba. Caso contrario, se producían violaciones, adulterios, altercados, enfermedades, etc. No es necesario, creo, detenerse demasiado en la analogía con el tema que nos ocupa. Los obispos perdieron el control, y el mal indeseable pero inevitable de la liturgia tradicional se expandió desordenadamente en buena parte del medio católico. 

Finalmente, la constatación del hecho del fracaso de Traditionis custodes podría llevar a algunos a creer que estamos a las puertas de una nueva y verdadera primavera; que el rito romano tradicional será restaurado en todos los templos católicos y que finalmente volveremos a los tiempos de gloria del “reinado social” de Cristo. Creo ser realista si afirmo que nada de eso sucederá. El proceso de disolución de lo que alguna vez fue la cristiandad es irreversible; la Iglesia, sea quien sea el próximo sumo pontífice, continuará con su discurso ambiguo y sus coqueteos cada vez más escandalosos con el mundo y la liturgia manipulada por Pablo VI seguirá siendo la liturgia oficial de esa iglesia oficial. Sin embargo, los brotes verdes que  indican la vida renovada de la liturgia tradicional, garantizan que las pequeñas hogueras en torno a las cuales se reunirán los católicos fieles cuando las tinieblas terminen de asentarse en el mundo, seguirán encendidas. Y quizás, algún día, los hombres comiencen a acercase a esas lumbres y el evangelio vuelva a impregnar sus corazones.


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