El conflicto entre Rusia y Ucrania es una situación compleja y, para dar un opinión fundada, es necesario poseer conocimientos de geopolítica y de historia que yo no tengo. Por tanto, no hablaré al respecto.
Sin embargo, hay algunos hechos que se están produciendo como consecuencia de la guerra que son interesantes de analizar o, al menos, de observar con cierto detenimiento.
Aquí van algunos:
1. La guerra ruso-ucraniana es una nueva y tardía consecuencia de la desaparición del imperio Austro-Húngaro a manos de los vencedores de la 1º Guerra Mundial. Los pueblos que estaban bajo la corona de los Habsburgo convivían en paz, en un equilibrio sustentable de poder. Desaparecido el imperio, la mayor parte de esos pueblos fueron condenados a pasar décadas bajo el dominio soviético y, desaparecido éste, se vieron sumidas en guerras largas y crueles, como la de Serbia y Bosnia. No sería raro que el actual conflicto termine con la reducción de Ucrania a la Galitzia de los Habsburgo; terminarán como empezaron, pero luego de un baño de sangre.
2. La guerra y la rusofobia consecuente ha provocado que los países occidentales comiencen una carrera desesperada para conseguir fuentes de energía que los libre de la dependencia de Rusia. Y esto significa volver a las energías fósiles o contaminantes. Bélgica, por poner un solo caso, anunció que aplaza por 25 años el desmantelamiento de los reactores nucleares para la producción de energía eléctrica, y toda Europa está tratando de reactivar las minas de carbón que habían cerrado. Tal como van las cosas, dentro de pocos meses, los únicos defensores de las "energías limpias" que quedarán en el mundo serán Francisco y Greta.
3. Hasta hace un mes, los países parias de la Unión Europea eran Polonia y Hungría y arriesgaban fuertes penas y castigos e, incluso, la expulsión de la Comunidad. El motivo era su negativa a respetar el derecho al aborto o los derechos LGTB. Ahora, en cambio, se han convertido en los países mimados e hijos ejemplares de la UE porque son ellos los que han acogido a millones de refugiados ucranianos.
Por lo que se ve, los dogmas del progresismo internacional tienen una consistencia y durabilidad bastante efímera. Basta un conflicto relativamente pequeño y focalizado para hacerlos saltar por los aires. Y esto demuestra lo que ya sabíamos: no son más que veleidades de burgueses ociosos que, cuando las papas queman, salen corriendo. Habría que ver cuántos de ellos son capaces de enfrentar la muerte por las energías limpias o por los derechos de la diversidad.