La editorial Lectio, de Córdoba, publicó recientemente la re-edición de un gran libro: Piedad litúrgica, de Louis Bouyer. Había sido editado en español en 1957, en México, y era imposible conseguir un ejemplar.
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Se trata de uno de los mejores libros de Bouyer donde sintetiza su teología de la liturgia de un modo completo y fundamentado. Integrado por veinte capítulos, comienza estudiando rápidamente el estado en que se encontraba la liturgia en los años ’50 y la historia de una decadencia que venía desde siglos anteriores, para centrarse luego —y este es el corazón del libro— en desentrañar el misterio y el sentido más profundo que posee la liturgia católica.
Ésta no es un mero ceremonial más o menos solemne, o más o menos popular. Detrás de esas ceremonias se esconde una teología que le da sentido y enmarca su lugar: la liturgia es oración. Pareciera una verdad de Perogrullo, pero no lo es, ni para los progresistas, que la entienden como un mero encuentro comunitario; ni para muchos tradicionalistas, que la consideran una mera ceremonia en la que se siguen cuidadosamente las rúbricas.
Bouyer desarrolla su teología de la liturgia a partir de la encíclica Mediator Dei de Pío XII. Y comienza estableciendo una regla de oro de toda verdadera teología católica: “No substituir a la investigación personal una aceptación puramente exterior de la enseñanza de la autoridad, sino tratar de explicar y justificar la enseñanza de la autoridad por la investigación personal, verificando al mismo tiempo los resultados de la investigación con el testimonio de la autoridad”. Una actitud adulta y madura, que no teme al estudio pero que respeta y otorga su lugar a la autoridad del Papa romano.
No se priva el autor de señalar los problemas que observaba en la liturgia romana —ese “cadáver” que la reforma litúrgica del Vaticano II llevó al estado de la más putrefacta descomposición— que se remontan a varios siglos: “La debilidad de la Contra-Reforma está en su incapacidad para realizar, con la crítica de la Reforma, la crítica de sus causas y el resultado de esa incapacidad fue el catolicismo barroco. Aunque haya tenido el mérito de preservar una tradición que no entendía, el catolicismo barroco no hizo más que apresurar el proceso de esclerosis de la liturgia que se había manifestado ya durante la Edad Media”.
Pero, a la vez, alerta sobre el peligro contrario: “No es menos grande el peligro de sucumbir a la tentación opuesta, precisamente cuando se está consciente del riesgo de arqueologismo y en guardia contra él. Esta segunda tentación es un falso modernismo, una supuesta adaptación a necesidades modernas que produce, de hecho, la pérdida de la verdadera tradición por la idolatría a la moda efímera, que cede a todas las fantasías de la hora. […] Con gran frecuencia, los que sólo buscan poner en práctica sus ideas preconcebidas sin otra consideración, apelan a una antigüedad más o menos hipotética para escapar a las reglas de la autoridad contemporánea”.
El libro, a mi entender, tiene un defecto que observo en varias de las obras de Bouyer escritas antes del Vaticano II. Aparece aquí y allá una suerte de espíritu ingenuo que suponía que, primero, era relativamente fácil encarar una reforma litúrgica. Ya vimos lo que pasó con esa reforma, y el primero que lo vio fue el propio Bouyer, que fue miembro del Consilium y al que renunció cuando, frente a los desmanes que se estaban cometiendo, se dio cuenta que ya no podía hacer nada. Y, en segundo lugar, por momentos pareciera que está convencido que, reformando la liturgia en un sentido más propiamente tradicional y “desbarroquizándola”, las comunidades cristianas volverían al espíritu que las animó en los primeros siglos de la Iglesia. Y esto es imposible porque los cristianos de hoy somos distintos de los cristianos de hace mil quinientos años, y ya vimos en qué terminaron las comunidades cristianas animadas por la nueva liturgia reformada.
En definitiva, se trata de un libro excelente y recomendable. No es, por cierto, un libro masivo ni de lectura recomendada para todo el mundo, pero aquellos que tengan alguna formación teológica, aprovecharán mucho de él.
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