Quantcast
Channel: Caminante Wanderer
Viewing all articles
Browse latest Browse all 1493

Las canciones de Miliki

$
0
0

En mi niñez y en la de muchos lectores de este blog, tres payasos españoles —Gaby, Fofó y Miliki—, nos hacían reír con un humor sano y ingenuo que los niños de hoy, con celulares y Netflix, desconocen por completo. Y una de sus canciones decía: “Mi barba tiene tres pelos, tres pelos tiene mi barba…”. Los puntanos quiere saber cuántos pelos tiene Barba. Me temo que los suyos serán pelos hirsutos y muy alejados de las inocentes canciones de Miliki.
Pasada la tormenta de clemencia pontificia, propongo algunas reflexiones:
1. El día mismo de conocida la renuncia, Mons. Martínez Perea dio algunas breves entrevistas explicando la situación. Más allá de lo patético de algunas de sus afirmaciones, a todos nos resultó claro que estábamos frente a un hombre aplastado y hundido. Y no le pasó por encima una aplanadora sino la misericordia del papa Francisco. Este mismo personaje, Bergoglio, tal como informan hoy los medios, volvió a admitir ayer en su alto cargo en la administración vaticana a Mons. Gustavo Zanchetta, acusado de abuso sexual a seminaristas, cuyas fotos en las que aparecía desnudo y que enviaba a sus contactos de Facebook fueron publicadas y autor, además, de varios desfalcos financieros. Mientras se persigue y expulsa de su sede a un obispo que, con virtudes y defectos, procuraba el bien de sus fieles y conservaba la fidelidad a la enseñanza de la Iglesia, se reivindica a otro que ha pasado su vida en la abyección de los vicios más vergonzante y ha utilizado su posición para ejercerlos.
Sé que este blog lo leen muchos obispos y sacerdotes. ¿Necesitan más ejemplos para caer en la cuenta de quién es verdaderamente el papa Francisco? Creo que es una cuestión de dignidad personal reaccionar frente a tamañas e inocultables injusticias.
2. Sabemos que Mons. Gabriel Barba lee y escribe, y últimamente aprendió a usar el cuchillo y tenedor. Probablemente sea también un hombre coherente. Si ese fuera el caso, los puntanos podrían esperar buenas noticias. Convencido como está sobre las bondades de la nueva iglesia inaugurada por el Vaticano II (al margen, resulta absolutamente imperdible la carta publicada hoy por Mons. Viganò sobre este tema), seguramente considera que los laicos son adultos y deben tener un papel activo en la iglesia. Por tanto, los escuchará y aceptará sus razones para, entre otras cosas, seguir con la tradición de la comunión en la boca, de la música sagrada en las misas en vez de guitarreadas y la enseñanza del catecismo católico.
La iglesia que peregrina en San Luis, de la que se hará cargo don Gabriel, tiene características propias y un hombre tan adicto a la sinodalidadque predica el Sumo Pontífice, seguramente sabrá respetar estas particularidades y no pasará por su mente imponer otros usos y costumbres que son rechazados por su clero y sus fieles. Todos sabemos la importancia que tienen las iglesias particulares y la imposición del centralismo romano no se condice con la iglesia renovada y en salida que nos anuncia el papa Francisco.
Me temo, sin embargo, que la coherencia en estas cuestiones no sea una de las virtudes de Mons. Barba. 
3. Como se ha dicho en muchos comentarios del artículo anterior, el resto católico del país estará expectante de la reacción del clero y de los seglares puntanos cuando comiencen los primeros escarceos de Barba. Yo no me hago muchas ilusiones. Es más fácil decir que hacer, y la cuarentena eterna que estamos viviendo ha mostrado que buena parte de los cruzados de la cristiandad y la tradición, que se llenaban la boca con heroicidades, han cerrados sus iglesias y muy modositos obedecen las disposiciones del gobierno.
Sin embargo, podemos hacer un análisis de lo ocurrido en las diócesis cuyanas y, de ese modo, arribar a algunas previsiones sobre el futuro de San Luis.
a. La arquidiócesis de Mendoza es la más grande e importante de Cuyo, y se llevó la peor parte. En 1965, veintisiete curas tercermundistas se rebelaron contra el arzobispo Alfonso Buteler. Luego vino el pontificado progresista de Maresma, el acomodaticio de Rubiolo y el catastrófico de Arancibia. La arquidiócesis quedó arrasada, con curas que valían nada y menos que nada, pero está situación provocó que ya a fines de los ’70 grupos importantes de laicos “hicieran rancho aparte”. Se organizaron, crearon instituciones, con grupos de estudio y otras actividades formativas, luego fundaron colegios; se organizaron para importar, o contrabandear, sacerdotes de otras diócesis a fin de que les predicaran retiros espirituales y les administraran los sacramentos. Hoy, este laicado paralelo es sanamente anticlerical, autónomo con respecto al obispo y al clero, y mucho más fuerte y valioso que el lumpen que se amontona en las parroquias. Consecuentemente, que el arzobispo sea Barba o sea Bigote, no tiene en ellos demasiado incidencia. Están acostumbrados a vivir frente al enemigo.
No será esta la situación de San Luis cuyo laicado es profundamente clerical. 
b. San Juan esla otra arquidiócesis de la región, más antigua pero más pequeña que Mendoza. A diferencia de ésta, tuvo una larga sucesión de buenos obispos: Orzali, Rodríguez y Olmos, Sansierra y Distéfano, que lograron que las cosas se mantuvieran tranquilas y pasablemente católicas, aunque con un clero cada vez más decadente. Arribó luego Mons. Delgado, del Opus Dei, en el que se habían cifrado muchas esperanzas a las que él se preocupó de defraudar sistemáticamente. Su pontificado fue desastroso pero, aún así, el laicado permaneció sumiso. Aparecieron aquí y allá valientes reacciones e iniciativas, pero nunca lograban despegarse de los remanidos discursos y actitudes clericalistas. A Mons. Lozano, el actual arzobispo, le importa un bledo San Juan, y sus intereses se concentran en su ocasional protagonismo como portavoz de la pastoral social del episcopado. Su arquidiócesis, sus curas y sus laicos, por su parte, siguen durmiendo apaciblemente la siesta.
c. San Rafael es la cuarta diócesis de la región cuyana y la más similar a la situación puntana. Fue marcada por el pontificado de Mons. León Kruk, un santo varón al que crucificaron al hacerlo obispo, pero que dio su vida, literalmente diría yo, por los suyos. La fundación del seminario diocesano que formó y sigue formando buenos sacerdotes —con virtudes y defectos, como todo lo humano—, estableció una suerte de curioso bastión clerical. Luego de la inesperada muerte de Kruk, el episcopaje argentino apuntó toda sus armas a destruir San Rafael y su seminario. En esos momentos, era la casa de formación con más seminaristas de todo el país, cosa extraña siendo como es una diócesis pequeña y suburbial. Enviaron a Mons. Roldán, que nada pudo hacer y terminó a los pocos años con un cruel cáncer de cerebro. Luego, en 1997, Juan Pablo II —sí, ese mismo al que muchos dan por santo—, envío allí a Mons. Guillermo Garlatti, una personaje malvado, que destilaba bilis en cada una de sus intervenciones y al que llegaron a odiar todos, curas y laicos, conservadores y progresistas. Huyó a la primera ocasión que tuvo y terminó ciego como arzobispo de Bahía Blanca, sin haber podido domesticar al clero sanrafaelino ni arruinar su seminario. 

Finalmente, llegó el turno de nuestro conocido Mons. Taussig, del que ya hemos hablado suficientemente en este blog. Luego de dieciséis años, las cosas siguen como estaban, casi tan firmes como en la época de Kruk. Más aún, hace dos días, reaccionando a la nota que aparece en la imagen de la derecha, con fecha equivocada y tan propia de su temperamento y en la que, contra todo derecho y racionalidad (en su extensísima diócesis nunca hubo un solo caso de coronavirus), prohibía distribuir la comunión en la boca, todo su clero —o al menos, los decanos y párrocos—, le elevaron una durísima carta en la que le señalan los continuos desaguisados de sus gestión y, de frente, le comunican que no obedecerán su orden por injusta e ilegítima. 
Aunque el laicado sanrafaelino es clerical, su clero es indómito. Pasaron tres obispos y un administrador apostólico y no pudieron contra él, a pesar de varios traidorzuelos que se arraciman en torno al prelado de turno.

¿Qué ejemplo seguirá San Luis? Probablemente no siga ninguno. No tiene por qué hacerlo. Si queremos hacer previsiones, diría yo que no será el de Mendoza, porque tiene un laicado débil y clerical; tampoco el de San Rafael, porque una fracción mínima de su clero sería capaz de presentar batalla frente a los avances episcopales (confío más en las monjas de Mater Dei para ese menester); me inclino entonces por el caso de San Juan. No correrá sangre y no me parece que aparezcan grandes tragedias. Será un declinar lento y cansino y, cuando queramos darnos cuenta, las solemnes y conmovedoras misas en la catedral, con la magistral hna. Cecilia tocando su vociferante órgano de tubos, y las solistas cantando el bellísimo Tulerunt Dominum meum de Mendelssohn, no será más que un recuerdo sobre el que derramaremos lágrimas. 





Viewing all articles
Browse latest Browse all 1493

Trending Articles