por Ludovicus

Gran jugada táctica pues. De su valor estratégico no pensamos lo mismo, sobre todo si la ley a la postre se sanciona. En primer lugar porque la contradicción de Bergoglio con sus bases se supera al día siguiente de la promulgación de la ley; a partir de entonces, la cuestión será agua pasada y volverá a integrarse el frente popular, con renovados bríos y bronca pontificia, a quien no podrán amenazar o hacerle más daño que esta desautorización planetaria. La clave del aborto como arma táctica era mantenerlo como una amenaza pendiente, no concretarlo. Y permítanme una sonrisa si alguien cree que la supresión del sueldo de los obispos pueda conmoverlo. No sé ustedes, pero lo estoy oyendo.
En segundo lugar, Macri ha sembrado donde otros cosecharán. La apenas disimulada orientación marxista, leninista o no, de casi todos los periodistas argentinos -hasta Menem tenía mejores , y aún así no le alcanzó para blindarse- requería un recambio cultural, al menos la prevalencia de cierta voz conservadora. De lo contrario, obliga a cualquier gobierno a virar permanentemente a la izquierda, con la gobernabilidad en vilo y a merced de la fabricada opinión pública, que se lo va a llevar puesto dentro de una dinámica revolucionaria. Me dirán que en todos los países que aprobaron el aborto lo hizo la derecha liberal sin problemas. Es cierto, pero en Hispanoamérica el aborto sigue siendo una bandera sectaria, bien diversa de los sectores conservadores que conforman un sentido común, que ha sido causa eficiente, en parte, de la victoria de Macri. Para peor, el proyecto aprobado es ferozmente extremista, si alguna ley de aborto no lo fuera en sí misma. Suprime la objeción de conciencia institucional, limita la individual y en una vuelta de judo satánica penaliza a quienes obstaculicen un aborto. La ley de despenalización repenaliza a los penalizadores. Y esto no quedará así: ya vendrán las leyes que prohiban hacer campañas por la vida, las que fijen las prerrogativas de las clínicas abortistas, las que tipifiquen el "delito de odio" a quienes osen calificar como homicidio al aborto. Bah, la parafernalia del totalitarismo de la nueva izquierda.
En este sentido, el negocio electoral es muy oscuro. Incomprensible y suicida si consideramos las presiones de última hora para doblegar a los diputados provida. Como reza el dicho de Talleyrand, "es peor que un crimen, es un error". Macri cambia la complacencia de un grupo que jamás lo votaría (¿se imaginan a uno solo de la horda de trabas, tortas, trans, zurdos y feminazis votando a Macri?) por la desafección de una numerosa cantidad de votantes. Aunque más no fuera medio o un millón de votos, son justamente los márgenes que le permitirían ganar, son más que los angustiosos números netos de su elección anterior, que no llegaron a 700.000 votos en segunda vuelta. Sin contar que los efectos se multiplicarían en el interior, muy contrario a la iniciativa.
Tiene todo para perder. Algunos deberían pensar, en vísperas del voto del Senado.
Aunque más no sea en términos suciamente maquiavélicos.