Quantcast
Channel: Caminante Wanderer
Viewing all articles
Browse latest Browse all 1493

Jorge y Mauricio

$
0
0
Que Plutarco esté muerto no es la única razón por la que nunca se podrán escribir las Vidas Paralelas de Bergoglio y Mauricio. Por el contrario, salvo en su origen común - hijos de inmigrantes ambos- es difícil concebir identidades tan disímiles. Diríamos que son rectas divergentes, que después de ese punto de inicio no volverán a cruzarse nunca más.
En el corto espacio de veintidós minutos esta evidencia quedó al desnudo. Como en ese cuento de Philip Dick donde se toma una droga para ver la realidad, distorsionada por otra droga, reapareció la faz de Bergoglio, la faz sólita, la cara sobreactuadamente adusta, oculta bajo la euforia de la parafernalia pontifical. Como cuando los adultos ponen "cara mala" ante los chicos, Bergoglio está enojado.
El enojo responde a la frustración. El papa más político de los últimos siglos es una catástrofe política, un aprendiz fallido de Maquiavelo.  Opción que apoya, opción que pierde, como ha quedado evidenciado y documentado por el Sr. Durán Barba en la última elección argentina. Y lo peor de todo es que sus filias y fobias no responden a un vector basado en la fe o en la moral pública católica, sino que se apoyan en dos curiosos pilares: su construcción ideológica personal (bizarra mezcla de progresismo, resentimiento y socialismo declamatorio mezclado con algunas dosis de veterofascismo peronista) y sus caprichos.  
Estas veleidades lo han precipitado en un doble estandard indignante donde derrama sonrisas con Obama y Fidel Castro y recibe como si fuera Stalin a Macri. Esto se llama, en buen lenguaje teológico, acepción de personas, y es indignante. Ya no es una rareza escuchar a la gente común quejarse de las manipulaciones pontificias y de sus contradicciones flagrantes. “Pecadores sí, corruptos no”, mientras no sean de izquierdas o no presidan la FIFA o no tengan programas masivos de televisión o no se roben un país. Ni siquiera se molesta en justificar estas arbitrariedades; apenas un adlatere suyo, rector de la Universidad Pontificia, ha salido con un artículo donde descalifica a los críticos del famoso rosario con un autoritarismo argumental digno de mejor causa. Mientras tanto, muchos presos políticos siguen esperando sus rosarios - pero no hay rosarios para la derecha, el único crimen irredimible-. Por izquierda se roba mejor y no se sufren condenas moralistas, nos lo enseñó Néstor, de quien Bergoglio aprendió mucho.
Entendamos: papas caprichosos y obstinados los ha habido y los habrá. La edad provecta, el vértigo del cargo ("la Sede de Pedro no puede ser juzgada"), el clericalismo, pueden llevar a que un papa anteponga sus propios deseos y voluntad a los intereses supremos de los fieles y de la Iglesia. Es entendible, pero es gravísimo, sobre todo en el grado en el que lo está haciendo este papa. Sobre todo porque estos enfrentamientos inútiles con el Estado los pagan los fieles y la Iglesia. Subrayo lo de inútiles: no está en juego más que la ideología bergogliana, que se extinguirá con su vida. No hay en discusión ni los principios cristianos del gobierno, ni la libertad de la Iglesia, ni la moral pública, únicos temas que pueden justificar un enfrentamiento con el César. 
Por cierto, en las últimas semanas este esquema de conflicto se ha trasladado a un candidato presidencial norteamericano, a quien estigmatizó como no cristiano por propiciar un muro. Donald, agradecido, porque la torpeza de la mención lo favoreció en el indómito electorado yanqui que no tolera injerencias clericales, no tardó en advertir que el debelador de muros vive en un Estado completamente amurallado. Como católicos, lamentamos profundamente este papel de idiota útil de la progresía mundial en que se ha empeñado Francisco, olvidando que el papado exige la más ácida renuncia a los caprichos  personales: una ascesis de la persona en aras de la Institución. No se te dio el papado para imponerte, ni para imponer tus opiniones contingentes, porque si lo haces caes en un abuso de poder tiránico. Sic transit gloria mundi, et gloriae tua.
Debería recordar que a un antecesor suyo su obstinación y su tirria contra el Emperador le costaron el saqueo de Roma. Gracias a Dios Macri no es Carlos V, ni Trump Enrique VIII -de esto no estoy tan seguro-, pero Bergoglio está jugando con fuego.

Ludovicus




Viewing all articles
Browse latest Browse all 1493

Trending Articles