Entre los temas en carpeta vaticana respecto a la Iglesia en la Argentina hay dos que dan vueltas desde hace rato y que en estos días han sido objeto de conversaciones informales por obispos argentinos en la Urbe. Son dos asuntos que han adquirido otro cariz con el cambio de gobierno en aquellas orillas rioplatenses.
Uno es el asunto del Ordinariato Castrense. Cuando ocurrió el conflicto entre el obispo Basseotto y el gobierno kirchnerista, quien tuvo que hacerse cargo de la papa caliente fue el cardenal Bergoglio. Hay quienes piensan que entonces al cardenal no le hubiera caído mal que el gobierno acabase con la figura del obispado castrense. Por dos razones. Porque no le parecía adecuado el rumbo con que había nacido y se había desarrollado en la Argentina, y porque de ese modo se cortaba un nexo más con el Estado (y lo hacía ese gobierno, con el cual no había buenas relaciones). Con el paso del tiempo y las circunstancias, las cosas han cambiado. Siempre la Santa Sede ha procurado mantener el Ordinariato y no dejarse llevar por las iras de un gobierno. Se pensaba que luego de Cristina Kirchner sería el momento de volver a nombrar un obispo. De parte argentina el Secretario de Culto, Santiago de Estrada, está muy dispuesto. Pero el Papa no quiere prisa en resolver cosas con el nuevo gobierno ya que no le atrae la idea de dar el mensaje de relaciones especiales con él. Prefiere que se actúe con la misma parsimonia y cautela que se usaría con cualquier gobierno con el cual no exista especial afinidad ni tampoco especial conflicto.
Esa cierta distancia profesional o de oficio afecta también al segundo tema. Si bien es un asunto más de interés interno de los obispos argentinos, no es irrelevante para la Santa Sede. Es la cuestión del sustento económico de la Iglesia en la Argentina. El sciolismo y sus interlocutores eclesiásticos habían avanzado en la idea de establecer en la Argentina algo semejante al régimen italiano del otto per mille. Un modo voluntario de los contribuyentes al fisco, por el cual destinan ese porcentaje a su propia organización religiosa (no solo la Iglesia Católica). Algunos estiman que el macrismo podría también hacer propia la idea. Pero el asunto es si de ese modo encontrará el apoyo de los otros partidos. Será tarea de los obispos conseguir el consenso de los partidos y de las confesiones religiosas no católicas. Lo cierto es que en Roma les dijeron que sólo lleven el asunto al Parlamento si tiene visos de ser aprobado por una mayoría casi unánime. Más allá del número, para la CEA y para la Santa Sede el voto peronista tiene legitimidad especial. En la Legislatura cada voto es un voto, pero hay algunos que son más votos que otros, ¿vio?
Aquí hace un freddo cane, sin embargo, las inquietudes y los llamativos aportes de los obispos argentinos en algunos organismos traen un calorcito casi de cerebros tropicales.
Pero todos coinciden, y este cronista también, en la alegría por la pronta canonización del Cura Brochero. ¡Qué bueno será para todos los argentinos !
dall'ombra der Cuppolone
Corresponsal en el Vaticano