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Piedra libre

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Es notable como, poco a poco y en diversas partes del mundo, se están dando cuenta quién es Bergoglio. O bien, están comprobando todas las hipótesis que desde este blog veníamos anticipando desde el mismísimo 13 de marzo de 2013. Muchos están ya descubriendo el gris pelaje del lobo bajo la blanca lana ovina con la que se había cubierto. 
He traducido una columna de Antonio Socci en la que, además de sus propias reflexiones, incluye las de Giovanni Sartori, un politicólogo de prestigio y solvencia absolutamente indiscutible, sobre el Papa Bergoglio. 




Una cosa es el partido de Bergoglio (que hace daño pero que se acabará con él), y otra cosa es la Iglesia Católica.
Lo ha señalado en los últimos días Mateo Salvini en su polémica con Mons. Galantino. Y a contraluz, lo ha dado también a entender la durísima entrevista de Giovanni Sartori, el rey de los politicólogos: “para mí, es un desastre este Vaticano delirante. No les importan los hechos verdaderos y se preocupan por estas pavadas”.
Sartori siempre ha hablado pestes de la política italiana, pero al partido bergogliano le dice: “Déjenme a mí hacer de politocólogo… ustedes ocúpense de las cosas de las que se ocupan los sacerdotes”.
¿Cuáles serías los “hechos verdaderos” de los que deberían ocuparse? Sartori es impetuosos: “Por dos años -dice- los personajes de la Iglesia de Bergoglio no han dicho nada sobre el exterminio de los cristianos, sobre las masacres de los católicos en África o en el resto del mundo, sobre la continua persecución de los kurdos. Que pienses mejor en esas cosas y dejen para otros los temas sobre los que no tienen competencia”.
Es verdad que hay caos clamorosos de cristianos condenados a muerte por la fe -como Asia Bibi o Meriem- sobre los que Bergoglio siempre se ha negado a hablar. Pero sobre el tema general del exterminio de los cristianos ha hablado varias veces. Sin embargo, siempre lo hizo con mucho atraso, de modo genérico, sin nombrar las causas o condenar a los verdugos y, además y lo que es peor, deslegitimando las hipótesis de intervención de la “policía internacional” para proteger a las poblaciones amenazadas de exterminio, intervenciones que eran pedidas desesperadamente por los obispos de esos lugares. Cuando a Bergoglio le interesa un tema, habla de él de un modo claro, vigoroso, continuo y tajante, como el caso de los inmigrantes a los que nosotros -según él- deberíamos recibir en bloque y sin tardanza, pagando las costas. En cambio, no se ha visto nada semejante en defensa de los cristianos masacrados. Por otro lado, nunca ha ahorrado palabras de estima hacia el mundo musulmán, llegando a pronunciar conceptos ecuménicas de ortodoxia dudosa.
Las palabras tardías y genéricas dirigidas a las comunidades cristianas perseguidas no son tampoco comparables al empeño que puso -por ejemplo-, en la ecología. Para defender la supervivencia de “algas, gusanos, pequeños insectos y reptiles” escribió una encíclica, pero para defender a los cristianos perseguidos no. Ha ordenado para el 1 de septiembre una jornada mundial de oración por el ecosistema, pero para los cristianos masacrados, que son el grupo humano más perseguido del planeta, no. Obviamente, en la encíclica ecológica no se ha ocupado solamente de gusanos y reptiles, sino que ha tronado contra el uso de vasos de plástico y de los acondicionadores de aire, que él utiliza en Santa Marta. Contra los perseguidores de los cristianos, jamás lanza truenos y relámpagos.
¿Por qué el partido de Bergoglio interviene con los tapones de punta contra los políticos italianos, pero no contra los regímenes islámicos o comunistas donde los cristianos son perseguidos?
“La verdad es que es más fácil (y más cómoco) disparar contra los políticos que defender a los cristianos”, dice Sartori, que opina que Bergoglio: “Es un argentino avivado (furbacchione) que tendría enormes cuestiones sobre las que concentrarse”. En efecto, Sartori enfrenta al Vaticano con cuestiones dramáticas: “Es más importante hablar del harem de los partidos, del gobierno y del Parlamento o de las guerras de religión que se expanden por todo el planeta?” Para la Iglesia católica es más importante ocuparse de sus perseguidos. Pero para el partido de Bergoglio parece que no. Y esto -para decirlo con el politicólogo- expone “a la Iglesia al horrible papel que está haciendo”.
El partido de Bergoglio, al que no le importa la fe y la doctrina, está concentrado sobre la política, pero no solamente la italiana. Quieren construir para Bergoglio una especie de liderazgo político mundial de la izquierda contraria a la globalización y ecologista, como repite lo que queda de la izquierda italiana.
Este es el motivo de la rehabilitación y glorificación en Roma de aquella vieja y desastrosa teología de la liberación que Juan Pablo II y Ratzinger habían justamente condenado. Pero el acontecimiento que mejor clarificó este proyecto -anticipado en 2014 por el encuentro en el Vaticano con los movimientos contrarios a la globalización- fu el reciente viaje de Bergoglio a Ecuador, Bolivia y Paraguay. Sandro Magister ha señalado que en este viaje “Francisco no escondió ninguna simpatía por los presidentes populistas de los primeros países, mientras que al tercero, conservador, le demostró frialdad hasta el punto de reprocharle públicamente por un crimen que nunca fue cometido, una clamorosa equivocación del papa”. 
Pero la imagen emblemática de tal viaje fue la “Hoz y el Martillo” (con el crucifijo anexo) que Bergoglio no solamente aceptó como regalo de Morales, llevándoselo al Vaticano, sino que se colgó un medallón con la misma imagen, lo que fue visto por todo el mundo. Y también se colgó del cuello -otro regalo de Morales- el tradicional recipiente con hojas de coca. Cosas nunca vistas. Y también en ese viaje se explicitó el “manifiesto político del Papa Bergoglio”. Como refirió Magister, ocurrió en el discurso de Santa Cruz a los “movimientos populares” no globalización de América Latina y del resto de mundo, convocados por él en torno a sí por segunda vez en menos de un año… y en ambos casos, con el presidente cocalero de Bolivia, Evo Morales.
El centro de este manifiesto de Bergoglio fue explicado por su hermano jesuita, el padre James V. Schall, que fuera docente de filosofía política en la universidad de Georgetown de Washington: “Según lo que puedo juzgar, en este discurso en particular no encontramos trazas de la atención cristiana por la virtud personal, la salvación, el pecado, el sacrificio, el sufrimiento, el arrepentimiento, la vida eterna, ni por un perenne valle de lágrimas. Los pecados y los males son transformados en cuestiones sociales o ecológicas que requieren remedios políticos y estructurales”. 
El mensaje se escuchó fuerte y claro. El 13 de marzo pasado en Buenos Aires, en el Foro Internacional contra el capitalismo, hablaron -escribe Magister- “Leonardo Boff, teólogo de la liberación convertido a la religión de la madre tierra, el italiano Gianni Vattimo, filósofo del ‘pensamiento débil’, y el argentino Marcelo Sánchez Sorondo, arzobispo canciller de la Academia Pontificia de las Ciencias y de las Ciencias Sociales, y gran consejero del papa Bergoglio. Aplaudidísimo, y flanqueado por un complacido Sánchez Sorondo, Vattimo peroró sobre la causa de una nueva internacional comunista y “papista”, con Francisco como su líder indiscutible”.
Pero más que comunista, Bergoglio es peronista, con el mito teológico del pueblo y la astucia que lo lleva a lanzar flechas contra el capitalismo y las finanzas, pero -por ejemplo-, sin atacar jamás con precisión a nadie, ni al Fondo Monetario Internacional, ni al Banco Central Europeo, ni a los Estados Unidos. Peor aún, Obama es el primer gran defensor y sponsor de Bergoglio, quien evita cuidadosamente (“quién soy yo para juzgar”) atacar la fanática política laicista del mismo Obama que, sobre temas como la vida, la familia o el género, son frontalmente opuesto a la Iglesia católica. 
Pero,  como decía, el partido de Bergoglio es una cosa, y la Iglesia Católica es otra. ¿Son contrapuestas? 

De hecho, Bergoglio pega duro contra los puntos de renacimiento de la fe (por ejemplo, contra los franciscanos de la Inmaculada o contra obispos y cardenales ratzingerianos). Además, con el Sínodo, ha armado una especie de bomba de relojería bajo la catedral doctrinal del catolicismo. Y ha declarado incluso a Scalfari que “no existe un Dios católico”. Existe Bergoglio. Y su partido.  

Antonio Socci

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