En el mundo entero apareció la noticia: hace pocos días tomó posesión de la sede episcopal de Osorno, Mons. Juan Barros, que tiene un pasado bastante complicado.
No solamente fue uno de los jóvenes que rodeaban al P. Fernando Karadima, condenado por reiterados abusos sexuales a sus jóvenes feligreses (desde aquí se puede ver un informe especial sobre el caso), sino que uno de los testigos que declaró en el caso, Juan Carlos Cruz, afirma que, en algunas ocasiones, Juan Barros estaba presente mientras se cometían los abusos.
Y, peor aún, Mons. Barros fue secretario del cardenal Fresno, arzobispo de Santiago de Chile, que fue quien encubrió durante años a Karadima. Es imposible que Barros no supiera de las numerosas denuncias que llegan al escritorio del arzobispo y, sin embargo, calló, haciéndose cómplice del encubrimiento.
Por supuesto, se armó una gran batahola por el nombramiento cuyos pormenores pueden leer aquí. En gran parte las protestas estarán comandadas por los eternos enemigos de la Iglesia, pero el enemigo mayor de la Iglesia, como el de Cristo, es el Padre de la Mentira. Y encubrir es mentir, por más que el abusador fuera el padre espiritual de Mons. Barros: el muy piadoso y apostólico P. Karadima.
Lo que me interesa destacar es que, en este caso, las consecuencias del nombramiento se conocían de antemano. Habían sido múltiples las protestas de todos los sectores y era previsible la resistencia y los graves problemas que está atravesando en estos días la diócesis de Osorno.
¿Por qué lo nombraron entonces? ¿Quién lo decidió?
"Fue el propio papa Francisco el que nombró a Barros. La información la ha tomado el Papa con información manejada por él". Esto lo ha declarado Mons. Jaime Coiro, vocero de la Conferencia Episcopal de Chile. Es decir, no se trató de una jugarreta de la Curia Romana o chilena, ni tampoco de algún lobby gay. Fue una decisión personal del Santo Padre a sabiendas de quién era Barros y de su pasado.
Seguramente más de un neocon dirá que no se puede comprobar lo que declaró Coiro. Pero sí se puede comprobar lo que declaró Mons. Chomalí, arzobispo de Concepción y administrador apostólico de Osorno. Pueden leer una larga entrevista donde, sin pelos en la lengua, le echa la culpa de lo ocurrido al Papa y advierte que él mismo le avisó. Pueden leerla aquí, aquí y aquí.
Seguramente más de un neocon dirá que no se puede comprobar lo que declaró Coiro. Pero sí se puede comprobar lo que declaró Mons. Chomalí, arzobispo de Concepción y administrador apostólico de Osorno. Pueden leer una larga entrevista donde, sin pelos en la lengua, le echa la culpa de lo ocurrido al Papa y advierte que él mismo le avisó. Pueden leerla aquí, aquí y aquí.
Yo me pregunto: ¿No es que el papa Francisco se había presentado como el pontífice de la "tolerancia cero" con los abusadores y sus cómplices? ¿No es eso, acaso, uno de los aspectos que más alaban en él los medios?
Y me pregunto también, conociendo el frondoso historial de Bergoglio, ¿hasta cuándo lo sostendrá ahora que los medios del mundo han destapado el caso? No me extrañaría que la semana próxima Mons. Juan Barros sea removido de su sede, que el Papa se lave las manos, como siempre hace, y se atribuya todo el entuerto a una maniobra de los poderes conservadores aún enquistados en la Curia. Y Jorge Mario, como es su costumbre, le dirá al pobre obispo desposeído: "¡Qué te hicieron, Juancito, qué te hicieron!".