El blog Una católica (ex) perplejapublicó hace unos días una interesante noticia: el rector del seminario de Barcelona, P. Salvador Bacardit, había dicho en una entrevista que “han detectado un giro a la derecha entre los seminaristas”, pero “nos llega la gente que nos llega y tampoco podemos decir ‘No’ a los jóvenes más reaccionarios”. No sorprende la opinión de mosen Bacardit. Algo parecido había dicho hace un tiempo su colega, el ahora ex-rector del seminario de Buenos Aires —fue reemplazado hace pocos días por un cura villero—, y no podemos esperar otra cosa pues la evidencia es aplastante: la mayor parte de los candidatos a la vida religiosa son “de derecha”, es decir, son conservadores en el amplio abanico de especies que integra esa fauna.
La explicación que da el P. Bacardit del fenómeno es también interesante: “(el giro a la derecha) que hemos detectado también se detecta, según varios estudios, en los adolescentes y jóvenes actuales fuera del ámbito de la Iglesia. Las nuevas generaciones, en momentos de crisis como los de ahora, han buscado una seguridad, y se la han dado estos estilos, estas tendencias más integristas, más conservadoras”. No me consta que los jóvenes que están fuera de la Iglesia sean más integristas: más bien me parece lo contrario. Seguramente el mosen se ha valido de algún estudio improvisado que le viene bien para diluir su parte de responsabilidad en la situación de caos que atraviesa la Iglesia, pero lo interesante es el recurso que utiliza: el de patologizar a los jóvenes “de derecha”. Para él, un seminarista “integrista”, es decir, que reza el rosario, gusta vestir de clergyman o sotana, prefiere el latín y el canto gregoriano y ve con buenos ojos la liturgia tradicional es, definitivamente, una persona enferma; lo aqueja una debilidad psicológica a la cual compensa buscando seguridades que encuentra en esos estilos anticuados. Tampoco esto es novedad alguna. Como lo señala la (ex) católica perpleja en su blog, Bacardit y muchos otros sacerdotes entrados en años como él no hacen más que repetir a Sigmund Freud que dijo exactamente lo mismo hace un siglo en Totem y Tabú. Pero también lo ha dicho el Papa Francisco en varias ocasiones —por ejemplo acá— y no se ha cansado de mofarse de este tipo de seminaristas: tienen problemas serios que sofocan adoptando estilos conservadores pero que, a la larga, la enfermedad aflorará de alguna manera.
Veamos el negativo de la foto: para el P. Bacardit, como para buena parte de los formadores de los seminarios del mundo y para el mismo pontífice romano, los seminaristas normales son los seminaristas modernistas, es decir, los que no tienen apego alguna por los estilos “de derecha” y se mimetizan con los jóvenes del mundo. El problema es que este tipo de seminarista es muy escaso —los seminarios que se resisten a admitir a jóvenes de corte conservador están casi vacíos— y los ejemplares que conocemos no son precisamente un dechado de integridad psicológica. Pueden ver, por ejemplo, esta ceremonia de ingreso al postulantado de un candidato de los hermanos de Lasalle, o pueden pasearse por las páginas de diócesis y congregaciones religiosas donde se despliega el muestrario de normalidad de la que gozan los candidatos que pueblan sus ralas casas de formación.
Pero concedámosle al P. Bacardit y a Bergoglio su premisa: los jóvenes “conservadores” (y utilizo esta palabra para simplificar englobando en ella al amplísimo arco de seminaristas que va de los Legionarios a la FSSPX) adoptan ese “estilo” porque necesitan seguridades. La cuestión está en por qué estos personajes añosos consideran que la búsqueda de las seguridades que ofrecen el tipo de estructuras conservadores es algo negativo. O dicho de otra manera, ¿por qué es patológico adoptar los “estilos” que ofrecen, en este caso, grupos “conservadores”? El análisis que propongo deja de lado la cuestión teológica y litúrgica; veámoslo desde un punto de vista puramente humano.
A mi me parece muy normal que los jóvenes, y no tan jóvenes también, que adhieren a una fe como la nuestra, que comporta duras exigencias morales, entre otras cosas, que son severamente cuestionados por el ambiente que los rodea, busquen identificarse con grupos cuyo sentido de pertenencia se los da, además de un estilo de vida contracorriente, una serie de signos exteriores que, efectivamente, les brinda seguridad. Y apelo a un ejemplo. Newman, en su novela en buena medida autobiográfica Perder y ganar, relata muy detalladamente el proceso de conversión a la Iglesia católica que siguió un grupo de jóvenes anglicanos oxonienses —entre los que estaba él mismo— que comienza a adoptar “estilos” católicos: rezo del breviario romano, "misas" celebradas con bellos ornamentos, utilización de velas e incienso, veneración de imágenes en las iglesias, etc., para diferenciarse de la indiferenciación teológica en la que había caído el anglicanismo convertido casi en una religión evangélica. ¿Sería Newman un enfermo psiquiátrico, o un joven “de derecha”?
Dicho de otro modo, estos “jovenes de derecha”, según la expresión de Bacardit, buscan la definición para escapar de lo a-morfo; buscan establecer los límites o fronteras de su territorio a fin de no perderse en la indefinición del caos. El libro del Génesis nos dice que “la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo”, y la acción divina consistió en diferenciar —la luz de las tinieblas; la tierra seca de las aguas, etc.— lo que antes no tenía diferencia ni forma; lo que era amorfo. Y si nos ponemos en aristotélicos, diríamos que ese es el modo de adquirir la existencia, pues es la forma la que individualiza la materia y constituye la sustancia . Y si nos ponemos foucoultianos, diríamos que es el modo que esos jóvenes tienen de terminar de constituirse como sujetos. Y si lo decimos más llanamente, Juan, para ser propiamente Juan y no un joven más del montón indiferenciado de jóvenes que pueblan el mundo, necesita definirse y asegurar su identidad, y lo hace incorporándose a grupos que lo ayudan a preservar, en este caso, su identidad de cristiano. Yo no veo nada malo en eso; todo lo contrario, es lo más natural y sano. Caso contrario, Newman, Froude y decenas de miles de católicos que pueblan la historia de la Iglesia habrían sido afectados por una patología psiquiátrica que en estos tiempos luminosos es certeramente diagnosticada por genios tales como Bacardit y Bergoglio.
Pero demos un paso más. La opción ideal para estos personajes de la decadencia, sería que a los seminarios y casas religiosas ingresaran jóvenes indiferenciados, es decir, carentes al máximo posible de trazos que los distinguieran de los demás; jóvenes “normales” y no “de derecha”, diría el insensato de mosen Bacardit. Se trata de la pretensión de establecer una suerte de “iglesia globalista”; una iglesia in-diferenciada, en la que no existan los contornos que delimitan unos de otros, la verdad del error, lo bueno de lo malo. ¿Exagero? Tenemos la escandalosa —en el sentido propiamente evangélico del término— afirmación que hizo Francisco en Singapur el viernes pasado: “Cada religión es un camino para llegar a Dios. Hay diferentes lenguajes para llegar a Dios pero Dios es Dios para todos...Sikh, musulmán, hindú, cristiano, son caminos diferentes”. Pueden ver el impresionante (y apocalíptico) video aquí. “¿A dónde nos lleva —se pregunta Francisco— la discusión entre las religiones?”. Y la respuesta es clara: nos lleva a la diferenciación; a distinguir la verdad del error. Simplemente a eso. Y si eso está mal, como lo dice con todas las letras el pontífice, entonces la Iglesia estuvo equivocada durante casi dos mil años y se espabiló recién en 1963 gracias a un magno acontecimiento llamado Concilio Vaticano II, que algunos todavía tienen el desparpajo de defender.
Los “jóvenes de derecha” del cura catalán y los “jóvenes con debilidades psicológicas” del Papa Francisco no son más que jóvenes católicos, que buscan con corazón noble y generoso, diferenciarse del caos y de la indefinición del mundo. La Iglesia sólo tiene posibilidades de sobrevivir si esos jóvenes se afianzan en sus filas sea en el estado de vida consagrada o como laicos; mientras el poder de gobierno y de magisterio continúe en manos de orates como Bergoglio, estamos perdidos.