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La agonía irreversible de la Iglesia argentina

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Los obispos argentinos, liderados por Mons. Jorge García Cuerva, arzobispo de Buenos Aires, constituyen la imagen más clara no ya de la decadencia, sino de la agonía irreversible que sufre la Iglesia en Argentina.

    El problema no es que sean más o menos educados, o tengan mejores o peores modales. El problema es que son “nadas”, y de la nada, nada sale. Basta ver la nula influencia que tienen en la vida pública del país, su desaparición en el interés de la gente, la inanidad e irrelevancia de sus comunicados, a los que nadie escucha o atiende.

    Las cifras son escalofriantes. El resultado de una encuesta de hace pocos meses, muestra que en 2023, el 74% de los habitantes del país tienen poca o nada de confianza en la Iglesia Católica. Y los culpables de tamaña debacle son, en primer lugar, los obispos, pues la Iglesia es jerárquica, y son los jerarcas, entonces, los responsables.

    Y nada hace prever que la situación mejorará. Al contrario, todo lleva a pensar que empeorará rápidamente. Las fotos que ilustran este post, muestran a Mons. García Cuerva durante la celebración por el aniversario de la muerte del P. Carlos Mugica, cura ligado a la izquierda peronista durante los ’70. Luego de una marcha, que pretendió ser una procesión pero no fue más un derrame de los suburbios, todo concluyó con una vergonzosa misa en el Luna Park, en la que ya no sólo las estolas y casullas llevaban impreso el rostro de Mugica, sino también el cáliz. 

    Nunca los obispos argentinos en su conjunto se distinguieron por nada; el P. Castellani fue suficientemente elocuente al respecto. Pero se encontraban aquí y allá, casos ejemplares. Y no me refiero solamente a obispos como Tortolo, Kruk o Laise, que todos conocemos en estas páginas. Teníamos obispos con fe, teníamos obispos cultos, teníamos obispos que eran verdaderos pastores. Recuerdo, por ejemplo, a Mons. Lorenzo, Mons. Menéndez, Mons. Aguirre o Mons. Arana, entre otros muchos. Incluso, teníamos obispos que era buenos políticos, e influían en la “cosa pública”, por ejemplo, los cardenales Primatesta o Quarracino.

    Los obispos actuales de la Iglesia argentina son personajes orilleros, sin más mérito para calzar la mitra que la voluntad omnímoda del tirano gloriosamente reinante. 

    Mons. García Cuerva y sus secuaces están convirtiendo la Iglesia argentina en una villa. Ese es su ideal: la Iglesia villera. Basta ver la misa que el primado celebra todos los domingos en su catedral y se transmite por TV. Se trata de una suerte de kirchnerismo o, peor aún, camporismo eclesial. Así como el peronismo proclamaba con orgullo ser el garante de la “cultura villera”, así los obispos argentinos reivindican la “religión villera”. 

    En algún momento, Jorge Mario Bergoglio morirá, y se presentará ante el tribunal divino. ¿Qué tendrá que decir en su defensa ante la catástrofe que ha provocado?


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