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África y el tercio de bloqueo en el próximo cónclave

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Debemos pensar que el Sínodo será instrumentalizado por quienes, bajo el pretexto de escucharse unos a otros y de “conversar en el Espíritu”, sirven a una agenda mundana de reforma. Todo sucesor de los apóstoles debe tener el valor de tomarse en serio las palabras de Jesús: “Que vuestro discurso sea: 'Sí, sí', 'No, no'; lo más es del Maligno…".

” (Mt 5,37).

Cardenal Robert Sarah, a los obispos de Camerún, 9 de abril de 2024.



El cónclave se acerca junto con la muerte de Bergoglio. Será en meses o en muy pocos años, pero será pronto. Y todos en Roma y en las curias episcopales del mundo entero se preparan para la elección del próximo Papa que será crucial para el futuro de la Iglesia. En caso de que fuera elegido un continuador de la obra de Francisco, es decir, empeñado en dejar tierra arrasada, la Iglesia entrará en un estado de postración del que ya no podrá recuperarse. 

Todos sabemos que Dios actúa, y mucho más actúa en su Iglesia; le dejamos a Él entonces esos menesteres. Sin embargo, nosotros tenemos todo el derecho de utilizar la razón para anticipar lo que puede ocurrir, y los protagonistas del cónclave tienen el deber de hacer todo lo humanamente posible para que no ocurra la catástrofe. Y es que la catástrofe pareciera inevitable porque así lo dicen los números. Al día de hoy, hay 127 cardenales electores, de los cuales 92 han sido creados por Francisco. Debido a que la elección del Papa exige los dos tercios de los votos —en este caso 85 votos—, una lógica simplista diría que está asegurada la elección de un bergogliano. Pero las cosas no son tan simples por muchos motivos, y uno de ellos es que el bergoglianismo morirá con la muerte de Bergoglio: “Muerto el perro se acabó la rabia”. El cadáver de Francisco liberará a muchos obispos y cardenales del terror de verse expulsados de sus sedes o despojados de sus capelos. 

Tal como ocurre en cualquier otro sistema electivo de las mismas características, un tercio de los cardenales, es decir 43, constituyen el “tercio de bloqueo”. Es decir, los bergoglianos necesitarían superar los 85 votos para tener un Papa de ellos, lo que equivale a decir que si no lo consiguen, es el tercio de bloqueo el que tendrá la llave para determinar quién es el próximo pontífice. 

Hablando hace pocas semanas con un respetadísimo intelectual y conocedor no sólo del mundo vaticano sino de la historia de la Iglesia, me hacía notar que ese tercio de bloqueo estaría “casi” completado. Se refería, claro, a cardenales que en términos generales podríamos denominar “conservadores”, algunos conocidos y otros no tanto. Pero esta conversación ocurría antes del viaje del cardenal Sarah a África, donde se encuentra desde hace varios días y seguirá allí algunas semanas más, visitando varios países, ordenando sacerdotes y reuniéndose con obispos. Las palabras del epígrafe son representativas del tono del discurso que Sarah está teniendo en esas tierras. Y creo que nadie —probablemente ni siquiera él— esperaba que algún día hubiera debido hablar con semejante franqueza. Destaco el siguiente párrafo:

Queridos hermanos obispos de Camerún, con vuestra valiente y profética declaración del 21 de diciembre sobre el tema de la homosexualidad y la bendición de las “parejas del mismo sexo”, recordando la doctrina católica sobre esta cuestión, habéis prestado un gran y profundo servicio a la unidad de la Iglesia. Habéis realizado una obra de caridad pastoral recordando la verdad. […]

Algunos en Occidente han querido hacer creer que ustedes han actuado en nombre de un particularismo cultural africano. ¡Es falso y ridículo atribuirle tales intenciones! Algunos han afirmado, en una lógica de neocolonialismo intelectual, que los africanos no estaban “todavía” preparados para bendecir a las parejas del mismo sexo por razones culturales. Como si Occidente estuviera más adelantado que los atrasados africanos. Ustedes hablaron en nombre de toda la Iglesia “en nombre de la verdad del Evangelio, de la dignidad humana y de la salvación de toda la humanidad en Jesucristo”. […]

Pero nosotros, sucesores de los apóstoles, no fuimos ordenados para promover y defender nuestras culturas, ¡sino la unidad universal de la fe!

El cardenal Sarah no solamente está defendiendo de un modo embravecido la verdad de la fe católica frente a los ataques que recibe de quienes debieran defenderla —el cardenal Tucho Fernández (detestado por toda la Curia romana) y el mismo Francisco—, sino que está apelando a la responsabilidad y hasta al orgullo bien merecido de los obispos africanos. Y digo bien merecido porque muchos de los grandes doctores y defensores de la fe fueron africanos: San Agustín era de raza bereber; San Atanasio era egipcio; San Cipriano era magrebí, como también lo fueron Santa Perpetua y Santa Felicitas, y tantísimos otros santos y mártires africanos. 

En la actualidad hay 29 cardenales africanos, 17 de los cuales son electores. Algunos de ellos ya están incluidos en el tercio de bloqueo pero otros no lo están. Sin embargo, luego de esta campaña de “Sí, sí; no, no” del cardenal Sarah, convertido en líder indiscutible de los católicos africanos, ¿no se sumarán varios más? Y más aún, ¿no se sumarán a los africanos algunos cardenales de países “periféricos” que se identifican con ellos? Si así fuera, el tercio se alcanzaría fácil y sobradamente. 

Sin embargo, y aún cuando ese tercio lograra formarse, son necesarias dos condiciones: que ese grupo tenga un liderazgo definido, es decir, un cardenal que los aglutine y que defina las estrategias; una especie de cardenal Pietro Gasparri, hacedor de dos papas (Benedicto XV y Pío XI) pero de afiliación conservadora. Y ese tercio será presionados sobre todo con la aparente necesidad de no dar al mundo la imagen de una Iglesia dividida, para el cual el nuevo Papa debería ser elegido en dos o tres días. Es decir, a ese tercio de cardenales les debe importar un rábano lo que piense el mundo, y deben estar dispuestos, a todo o nada, a bloquear en el sentido más propio del término cualquier elección que no sea de un cardenal católico. Y esto significa no ya solamente no elegir a un bergogliano sino tampoco a elegir a un candidato de compromiso, como ha ocurrido tantas veces en la historia de la Iglesia, y así nos fue. Y eso significa un cónclave largo. 

Eminencias, ustedes tienen la llave del cónclave. No la entreguen. No importa que deban estar allí reunidos y debatiendo durante semanas o durante meses. Mucho se jugará en esos días; nada menos que el futuro de la Iglesia. No cedan. Los fieles, del otro lado de las puertas, rezaremos por ustedes y esperamos de ustedes la valentía y el arrojo de los buenos pastores que dan la vida por sus ovejas. 


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