El dicasterio de Doctrina de la Fe publicó hoy en su página una "Nota de prensa sobre la recepción de Fiducia Supplicans" (aquí).
El texto indudablemente ha sido redactado por el cardenal Fernández. Se colige por la permanente tendencia que tiene el purpurado a autojustificarse y la utilización de términos que le son propios, y me refiero sobre todo a hablar de moral “clásica” y no moral “tradicional”, como es habitual en los textos oficiales de la Iglesia, o bien a expresiones coloquiales e impropias de un documento oficial como “fuerte”.
Esta modificación no hace otra cosa que embarrar aún más la cuestión, pues con ella la moral católica (FS, más allá de las protestas de Tucho, cambia la apreciación moral en lo referido a las relaciones homosexuales) termina siendo relativa a las culturas y legislaciones de los diversos países. Con igual criterio, si Tucho hubiese nacido en el siglo XVI, habría promulgado una declaración condenado los sacrificios humanos pero habría aclarado que en algunos lugares —como México— existen “fuertes cuestiones culturales e incluso legales” que exigen que la prohibición de tales sacrificios se de luego de un periodo de reflexión y discernimiento.
Por último, es notable el empeño del cardenal prefecto por decir una y otra vez que los obispos podrán hacer todos los discernimientos que quieran, pero que están obligados a aceptar la doctrina impuesta por el Papa Francisco. Pero ¿no es que FS no contiene ninguna doctrina nueva? Sí, hay una novedad, explica el cardenal: la distinción entre bendiciones litúrgicas o ritualizadas y bendiciones pastorales. Ciertamente, se trata de un invento surgido de la prodigiosa inteligencia teológica de Tucho, y que él procura una y otra vez adjudicar a la preocupación por la “pastoral popular” de Francisco.
Conociendo el paño, no me extrañaría que haya sido el mismo Bergoglio que, presionado por todos los pronunciamientos públicos contrarios a FS (aquí un listado actualizado) y otros muchos privados que ha recibido, quien exigió a Tucho Fernández que arreglara el lío en el que lo metió. Y, por supuesto, el favorito pontificio no hace más que complicar todo.