[Después de mucho tiempo, vuelve al blog Ludovicus con su pluma. ¡Qué se haga costumbre!]
Por Ludovicus
Cuenta Ernst Jünger que en las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial, ante la afirmación de que Hitler había sido elegido por la Providencia, un anciano contestó que efectivamente lo había sido, para destruir a Alemania.
Hay un notorio paralelismo entre la labor destructiva de Bergoglio y la demolición de Alberto Fernández, cada uno en su respectivo coto de poder. La analogía no se detiene allí; ambos son incurablemente mediocres y sin la menor honestidad intelectual, el par cínicos redomados, los dos cultores del poder y enemigos a la vez de toda grandeza. Víctimas ambos, por último, a vaya a saber qué manejo extorsivo que los tiene atados de pies y manos a esta Jezabel del subdesarrollo, a la que se han sometido en forma abyecta.
Sin ánimo de incurrir en autodenigración, podemos decir que somos los peores del mundo. La Argentina ha producido al peor papa de la Historia y al peor presidente de nuestra historia. Los resultados son dolorosos, y a la vez, extrañamente paralelos; la Iglesia sometida a la desintegración del mayor cisma de la edad contemporánea, la Nación convertida en una toldería de vagos, indios y lúmpenes varios.
Señalo las similitudes, pero no puedo, no podemos, descifrar los designios de la Providencia. Algún signo hay aquí, al igual que en la existencia de un antibergoglio en la figura de Castellani, que ha resultado profético tanto en su mensaje como en su misma vida. Muy parecidos, muy distintos, casi como Cristo y el anticristo.
Tanto Bergoglio como Fernández parecen acercarse a fines similares: desautorizados, devorados físicamente por el poder, privados de respeto, reyes desnudos pero ridiculizados hasta por sus partidarios. Dejan desolación y caos.
Vidas paralelas, finales paralelos.