La semana pasada, la editorial Homo Legens publicó la biografía de John Senior. Hemos hablado en muchas ocasiones de este autor y de su inmensa obra de la que tanto nos hemos beneficiado encontrando en ella consuelo e inspiración para enfrentar y vivir los tiempos actuales.
El libro dos particularidades. La primera es que fue escrita por dom Francis Bethel, monje benedictino de Clear Creek, que fue uno de los alumnos de John Senior, convertido a la fe católica gracias a sus clases y uno de los que eligió la vida monástica en Fontgombault. Es un relato, entonces, de primera mano del milagro de Kansas, es un retrato de hombre, del pensamiento, y de la época. Y está lleno de anécdotas hermosas, además de tener el rigor necesario cuando desarrolla el pensamiento de Senior.
La segunda particularidad es que el prólogo fue escrito por Natalia Sanmartín Fenollera, autora de El despertar de la señorita Prim, obra en la que se descubren innegables trazos de inspiración en la obra de Senior. Con su permiso, publico aquí el prólogo que es mucho más elocuente de lo que yo pueda decir sobre esta biografía.
¿DÓNDE ESTÁ EL HOGAR?
¿Y POR QUÉ NO ESTAMOS YA EN CASA?
Prólogo a La restauración del Realismo, de P. Francis Bethel
Natalia Sanmartin Fenollera
“Homero y Virgilio sabían que, de alguna manera, la meta del hombre es volver a casa.
Pero, ¿dónde está el hogar? ¿Y por qué no estamos ya en casa?”.
Estas líneas pertenecen a una hermosa carta que recibí en la primavera de 2017, poco después de regresar de una visita inolvidable a la abadía benedictina de Nuestra Señora de Clear Creek, en Oklahoma. El P. Francis Bethel me hablaba en ella de sus recuerdos como joven estudiante en el Seminario Pearson de Humanidades Integradas (IHP) de la Universidad de Kansas, donde John Senior desarrolló plenamente la tarea que marcó gran parte de su vida como profesor: ayudar a sus alumnos a regresar a casa.
Como recuerda otro de sus discípulos, monseñor James Conley, actual obispo de Lincoln, Senior decía que la suya era la labor del portero: abrir puertas. Y eso fue lo que hizo a lo largo de aquellos años en Kansas: abrió puertas, las abrió de par en par, ayudó a sus alumnos a cruzar los dinteles de una gruta atestada de tesoros, la cueva que guarda lo mejor de lo escrito y pensado por los grandes autores de la historia, por los sabios, los poetas y los santos.
Pero al hacerlo, a Senior se le concedió (y creo que él lo habría dicho así) el don de abrir una puerta más: la que muestra el misterioso sendero que conduce al paraíso perdido, la puerta que evocan con eterna nostalgia esas “lágrimas en las cosas” de las que Virgilio habla en la Eneida. Las cosas hermosas, buenas y verdaderas que no solo se guardan en los libros, sino que están presentes en la Creación entera. Las cosas reales, que mojan, que queman, que asombran y emocionan, aquellas que dijeron a coro a san Agustín: “no somos nosotras el Dios que buscas, pero Él nos ha creado”.
Cuando se leen los escritos de John Senior, fundamentalmente La Muerte de la Cultura Cristiana (1978) y La Restauración de la Cultura Cristiana (1983), es casi inevitable preguntarse quién fue realmente su autor, cuál fue el camino personal, religioso e intelectual que le llevó a diagnosticar y profetizar con clarividencia extraordinaria los males de su tiempo, un tiempo que también es el nuestro, y a advertir de forma inequívoca sobre el capítulo final del largo proceso de acoso y derribo de la filosofía perenne, la destrucción de la vieja idea de que existe una verdad objetiva y de que el hombre es capaz de conocerla. El ataque lento y silencioso de la herejía perenne y de todas las doctrinas antirrealistas que la componen, desde las sofocantes filosofías orientales hasta el moderno idealismo, que han corroído los cimientos de la cultura occidental como un ejército de termitas y han generado una sociedad infectada de materialismo, relativismo y destrucción de la ley natural. Un mundo desolado que ha dado la espalda a Dios y se ha vuelto a los ídolos.
Cuál fue el itinerario personal que llevó a Senior desde sus estudios en la Universidad de Columbia, donde se formó bajo la influencia de Mark Van Doren, hasta su docencia en Cornell, Wyoming y finalmente Kansas, donde fundó el Seminario Pearson de Humanidades Integradas, con Denis Quinn y Frank Nelick, y juntos prendieron fuego a la apatía y la increencia del ambiente universitario de los años setenta. Cómo eran aquellas míticas clases en Kansas, con qué misteriosa magia logró llevar a sus alumnos desde la psicodelia y el haz el amor, no la guerra hasta el realismo y el Subiré al altar de Dios, el Dios que alegra mi juventud sin hacer de sus clases un catecismo ni una técnica de evangelización masiva. ¿Cuál era el método de Senior? ¿Cómo y qué se enseñaba en el seminario Pearson?
Este libro, que es mucho más que una biografía, tiene las respuestas a esas y muchas otras preguntas. Sus páginas no solo encierran un análisis riguroso y profundo, lleno de belleza, poesía y recuerdos personales inolvidables, de lo que se denominó el milagro de Kansas, las doscientas conversiones al catolicismo que dieron lugar, entre otros frutos, a la fundación de la abadía benedictina de Clear Creek, sino que también narran el viaje a casa del propio Senior. Su infancia en Long Island y sus años de estudiante en Columbia, su búsqueda personal de la verdad, que le llevó hacia el simbolismo y el hinduismo, para descubrir después el pensamiento de Santo Tomás y, a través de él, llegar finalmente al catolicismo, la verdadera, la hermosa Ítaca, así como el nacimiento y la cancelación del seminario Pearson en Kansas y las batallas que tuvo que afrontar los años siguientes, hasta su muerte en 1999.
¿Dónde está el hogar? ¿Por qué no estamos ya en casa? El viaje hacia la verdad a través del realismo es el gran reto de un mundo que se muere, que ha perdido las coordenadas de la travesía, que al igual que la Reina Roja del cuento de Lewis Carroll desprecia como mala memoria “la que solo funciona hacia atrás”, y que mira la realidad como el Rey de Corazones miraba la poesía: “Si el poema no tiene sentido”, decía el monarca a Alicia, “eso nos evitará muchas preocupaciones, pues, como es lógico, no tendremos nada que averiguar”.
Pero el poema tiene sentido, como lo tiene la realidad, y para desentrañarlo hay que tener esa memoria que solo funciona hacia atrás y que abre un camino azaroso y apasionado que es pura paradoja, porque no lleva hacia atrás, sino hacia delante, hacia la tierra que mana leche y miel, hacia la Jerusalén que no pertenece a este mundo. Ese fue el gran trabajo que Senior realizó, señalar la puerta, explicar el poema, guiar a través de la senda que él mismo recorrió, al principio con inquietas búsquedas casi a tientas, después con el descubrimiento de la verdad que enseña la filosofía perenne, gracias a una honesta lectura de Santo Tomás, y finalmente con la conversión a la fe, que él siempre vio como lo que es, una gracia, un don, una virtud regalada desde el Cielo. Una inmensa bondad que cae del firmamento, como en la historia de Booz dormido cantada por Víctor Hugo, en la hora tranquila en que los leones van a beber.
Los años del seminario Pearson no fueron sencillos, prueba de ello fue su cancelación tras incomprensiones, acusaciones sin fundamento y un hostigamiento general. Pero sus frutos han sido grandes y duraderos, estables y silenciosos, y pueden verse tanto en familias, como en colegios, como en universidades, como en la vida contemplativa y el sacerdocio. Tampoco fue fácil el camino de la fe, con el embate que supuso el Concilio y la reforma litúrgica, que deconstruyó lo que Senior definió, con una belleza extraordinaria, como el corazón de la cultura cristiana, además de la forma más alta de dar culto a Dios: la Santa Misa. Pero al igual que en la enseñanza de los clásicos o de las verdades filosóficas, también en este sendero, el más estrecho y misterioso, el más hermoso, el profesor, el poeta y el hombre de fe persiguió la verdad con honestidad, la abrazó y la defendió hasta el final. Y lo hizo en un tiempo en el que esa defensa era mucho más dura y difícil, más exiliada y esteparia, de lo que hoy es para nosotros.
La gran diferencia de Senior respecto a otros intelectuales, cristianos o no, es que él no se limita a diagnosticar, ni siquiera a enseñar, sino que anima a echar a andar. Estas páginas, que son en parte un ensayo y en parte un libro de tesoros y recuerdos, muestran al hombre, al escritor, al poeta, al pensador y al profesor, que hoy, como ayer, sigue abriendo puertas y recordándonos que este no es nuestro hogar, que existe un hogar y que, como Odiseo, la única razón que debe impulsar nuestro viaje es al ansia por volver a casa.
Madrid, 3 de julio de 2022.
Dominica IV Post Pentecosten.
P.D.: Por cierto, a modo de curiosidad, la cita del prólogo de Natalia Sanmartin que aparece en la contraportada no es genuina: no hay forma de encontrarla en el texto. Estimo que ha sido un descuido de los editores.
El libro puede conseguirse en la propia editorial.