Fides ex auditu (Rm. 10:17)
Cristo mandó a sus discípulos a predicar “a toda la creación” (Mc. 16:15), pero se olvidó quizás de agregar que la prédica debía ser buena, conforme a las reglas de la oratoria, elegante, poética, interesante, oportuna (e inoportuna si a mano viene), sencilla, elocuente, didáctica, original, ortodoxa, pegada a la Escritura, sugerente, evocativa, consistente, graciosa y conmovedora... por lo menos.
Y breve, que lo bueno si breve, dos veces bueno (y si gravis, brevis, como mandaban los Romanos).
Pero, además, si no es pedir demasiado, parecida a la de Cristo, tan llena de parábolas, imágenes poéticas, comparaciones y metáforas.
Y carente de moralina, como se lo reprochan los fariseos de su tiempo. Con todo acierto, Castellani les hizo decir lo que pensaban, indignados como estaban porque “Jesucristo no fulminaba con indignación a las pecadoras”:
¡Hubiese sido tan fácil y era de tan buen tono! ¿Y por ventura era mentira? ¿No podía tronar una vez al menos, como todos los predicadores, contra la disolución de las costumbres, la corrupción que lo invade todo, las porquerías de la carne, y esas mallas de baño venidas de Grecia y cada vez más cortas? Pero ¡ni una sola palabra acerca de «las playas»!
¡Puras parábolas luminosas, comparaciones poéticas y preceptos generales, es decir, poesía, poesía y poesía! (Cristo y los fariseos, p. 48).
¡Y qué gozo se produce en el alma cuando uno oye predicar bien! ¡Y qué eficacia tiene, como lo reconocen incluso los satélites del templo que fueron a apresarlo!
Nadie nunca habló como este hombre (Jn. 7:46)
Ya no hace falta obtener licencia para predicar, cualquiera lo hace y eso, de cualquier manera, lo que no quita que los que no saben deberían abstenerse, conforme al viejo adagio árabe que impone callar “si tu palabra no es mejor que tu silencio”.
No, ya sé que no es fácil, pero, caray, razón de más para que los curas se callen. Y si no, si todavía quieren predicar, que se preparen con extremo cuidado y siempre siguiendo las reglas de la homilética (que no estudiaron en el seminario, ya sé, ya sé).
Y, digámoslo una vez más, por amor de Dios y de sus fieles (que hace frío, que hace calor, que los chicos no se aguantan más, que se me pasa el asado), que sean breves.
En fin y como fuere, aquí dejo un ejemplo de prédica excelente, de parte de Malcolm Guite, capellán de la universidad de Cambridge y cura anglicano.
Y se preguntarán ustedes por qué tiene que ser un cura anglicano el que nos venga a enseñar alguna que otra cosa. Señores, no tengo yo la culpa, encontré este ejemplo y ningún otro, qué le voy a hacer (no hay traducción posible de a humbling experience, que algunos bestias vierten como “experiencia humillante”, pero mejor sería, quizás, “aleccionadora”. Pues de eso se trata, oír a este cura es aleccionador yconstituye a humbling experience).
En fin, ojalá que Dios nos mande sacerdotes capaces, inteligentes, dotados, divertidos y, si a mano viene, santos.
Pero, sobre todo, que sepan predicar
Jack Tollers