Varios amigos y lectores del blog me han sugerido que re-publique alguna de las entradas antiguas que discutimos en esta bitácora. Creo que es una buena idea. Y aquí va la primera. Se trata de un post publicado originalmente el 23 de junio de 2007. Los comentarios que siguieron a la publicación son muy enriquecedores. Aquí pueden leerlos. Sin embargo, dejen los nuevos comentarios en este nuevo post.
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Hace unas semanas, uno de los domingos del tiempo pascual, fui a Misa a una capilla de la FSSPX, dispuesto a asistir a una buena liturgia y a una mediocre homilía, como es habitual. Me tranquilicé un poco cuando vi quién era el cura que celebraba: uno de los mejorcitos que la Fraternidad tiene en Argentina y que suele decir dos o tres frases inteligentes en los sermones lo que, para la media clerical, es mucho.
Sin embargo, la preocupación volvió cuando anunció que su homilía no versaría sobre el Evangelio ni sobre el misterio de la Pascua, sino sobre la Virgen de Fátima. Y así, luego de narrarnos las apariciones y elucubrar sobre los secretos revelados, semi-revelado y no revelados, realizó una solemne afirmación: Dios no escucha las súplicas de sus fieles. La prueba está en la profunda y casi cincuentenaria crisis de la Iglesia. Y el motivo de que los oídos divinos estén sordos es porque Rusia no ha sido consagrada al Corazón Inmaculado de María. Mientras no se produzca tal consagración, en las condiciones que impuso Nuestra Señora en Fátima, Dios no escuchará nuestras oraciones.
La impresión que recibí fue estaba frente a nueva profesión de fe, a una nueva exigencia para alcanzar la salvación, a un supplementum al Evangelio de Nuestro Señor. Las palabras divinas “Todo lo que pidáis a mi Padre en mi nombre se os dará”, estaban condicionadas ahora, para este curita, a que el papa y los obispos del mundo junto a él, realizaran el acto de consagración eslava. Se trata, en definitiva, de una segunda redención necesaria para obtener la salvación. La redención única y universal del Señor debe ser suplementada por esta nueva, traída de los cielos milagrosamente y revelada a tres pastorcitos.
Me fui defraudado con el cura y bastante enojado por el modo absurdo con el que había presentado la situación y que, sin embargo, había sida recibido por los fieles y las fielas enmantilladas como sabia palabra sacerdotal y que provocó, como era de esperar, encendidas críticas a Benedicto XVI y a sus antecesores post-conciliares. Analizando si no era yo el equivocado, admití que no soy muy afecto a las apariciones y otros fenómenos sobrenaturales pero que tengo el más profundo respeto por las revelaciones de Fátima y otras reconocidas por la Iglesia. No se trataba, por tanto, de una falta de fe de mi parte sino, concluí, del sentido común que pugna por entrometerse continuamente en todas las situaciones que puede.
Más tranquilo, y ya en mi casa, me di cuenta que el curita no hacía más que andar el camino que tantas veces se ha andado en la Iglesia. La exigencia de una segunda redención no es un invento reciente sino que tiene varios siglos. Casi me animaría a decir que cada grupo religioso y cada congregación posee, con más o menos fuerza, una tendencia a exigir a sus integrantes la adhesión a una segunda redención: “Si sos cursillista tenés más probabilidades de salvarte que ni no lo sos”, “Si sos salesiano tenés las promesas que el Señor le hizo a Don Bosco: te salvarás vos y toda tu familia”, “Sería temerario que dejaras el Instituto del Verbo Encarnado, pues correría serio peligro tu alma”, etc. Ya no es suficiente la redención de Cristo; se necesita una nueva que operará la pertenencia a una institución, el rezo de tal oración o el seguimiento de cual devoción.
Y contra esto yo sí me rebelo: me es suficiente la redención de Cristo, cuyos frutos y beneficios recibo a través de la Iglesia católica, por medio de los sacramentos y de los otros canales de la gracia que el Señor dispone. Son apropiadas este caso las palabras de Cordelia, otro de los personajes de BRetorno a Brideshead: cuando Charles Ryder visita Brideshead, Bridey le explica que el reporte escolar de su hermana indica que no sólo es la peor chica del colegio, sino la peor que recuerden las monjas más ancianas. Y Cordelia replica: “Eso es porque rechacé ser del grupo de las Hijas de María. La reverenda madre me dijo que si no mantengo ordenada mi habitación, no puedo serlo, y entonces dije: 'Bueno, no quiero serlo, y creo que a Nuestra Señora le importa un bledo si pongo mis zapatillas de gimnasia a la izquierda o a la derecha de mis zapatos de baile'. La reverenda madre se puso lívida". Yo estoy de acuerdo con Cordelia: si quiero, me hago de la Acción Católica, o de la Legión de María o de los Terciarios Franciscanos, pero eso no asegura la salvación, aunque puede ayudarme en la empresa, y nadie, ni el mismísimo Dios, puede exigirme tal pertenencia para otorgarme el premio de su visión.
Pero la exigencia de una segunda redención no sólo se limita al terreno de la espiritualidad sino que se extiende también a otros, como el intelectual. En otro post, dedicado a la UCA, afirmaba que un amigo lector le exigía al decano de una facultad no sólo la redención de Cristo sino también la de Santo Tomás. Aclaro que la poca filosofía y teología que sé la aprendí según la enseñanza del Aquinate, y trato de serle fiel, aunque me falte mucho para conocerlo en serio, pero me pregunto si es necesario ser tomista para ser católico. ¿Es que, acaso, la inteligencia católica tuvo que esperar mil doscientos años para ser completamente redimida? ¿Es que los Padres de la Iglesia son sólo una propedéutica al tomismo, como el anti-tipo del tipo?
Puedo estar equivocado, pero me parece un error la pretensión de constituir a la doctrina tomista en la regla de juicio de la catolicidad de una persona o de una doctrina. Y son cosas que pasan, mucho más frecuente y asombrosamente de lo que uno pudiera imaginar. Veamos, por lo cercano, el caso de Castellani. Los tomistas de estricta observancia (FSSPX incluida) lo atacan y advierten de sus peligros porque no es tomista y porque, incluso, llega a burlarse de Tomás, como cuando dice, en el Prólogo a su traducción de la Suma, que Tomás de Aquino no es familia de los Aquino de Corriente. Por otro lado, los tomistas de observancia regular defienden a Castellani intentando mostrar por todos los medios posibles que es tomista. Y así, en definitiva, aplican la misma regla. Y en medio de todas estas peleas, el que sale peor parado es el pobre Castellani, y de rebote su pobre biógrafo, cuya obra monumental, e incompleta, fue un fracaso, según su propia confesión. (Siempre me llamó la atención: es la mejor biografía en absoluto que he leído en mi vida y ha sido boicoteada por castellanista y anti-castellanistas, por amigos y enemigos, y el pobre autor en el medio, tan solo como el mismo Wanderer). La pregunta es, en todo caso, si Castellani DEBE ser tomista. ¿No es suficiente con que sea católico?